Fotografía: Guillermo Saldívar
En una tarde de octubre de 1996 se llevó a cabo la primera tocada de ska en la Facultad de Sociología de la Universidad Autónoma de Querétaro. Chaviza no solo universitaria, sino también de preparatorias y «bachos» estuvieron presentes; jóvenes de la ciudad se reunieron para compartir con otros el gusto de escuchar a Salón Victoria, Revuelta Propia, Salario Mínimo y la Tremenda Korte, de bailar y hacer un poco de desmadre.
Quizás hubo muchas otras antes, en distintos puntos de la ciudad; en un callejón, en un patio ya se gestaban algunas bandas que, guiados por el amor hacia la música, habían vendido su batería para comprar una trompeta y así poder componer, tocar e interpretar algo de este género que les movía los nervios. De ahí en adelante, tocadas y conciertos, aquí y allá, fueron escenarios no solo del crecimiento de bandas que hoy son emblemáticas, sino también de la vida cotidiana.
«XX y años de ska en Querétaro» es un proyecto que corre a cargo de «Bacha», «Perrín», «Kius» y «Manolo», cuatro aficionados de este género musical con el único —y no por ello simple— objetivo de «documentar para recuperar la memoria histórica-colectiva de la presencia del movimiento de la música ska en Querétaro» a través de todas aquellas anécdotas.
En entrevista, Alejandro, Bacha, comentó para Saltapatrás que la idea surgió cuando, en alguna plática de 2015, se dieron cuenta de que faltaba poco para cumplir veinte años de esta primera tocada en la universidad, así que no podían quedarse sin hacer nada, por lo que quisieron actuar de alguna forma para conmemorarlo y decidieron iniciar una investigación y una producción audiovisual para documentar a todos los jóvenes que han estado participando en este movimiento. Con el lanzamiento de una convocatoria en internet para reunir todos los testimonios que fueran posibles, se dieron cuenta de que además de recibir crónicas, también llegaron videos y fotografías de las tocadas, o bien, fotografías de los flyers y hojas, ya dobladas o desgastadas, que anunciaban la fecha y lugar en que se presentarían las bandas.
Entre todo este material han encontrado las más diversas historias, de los que asistieron a su primera tocada, los que recuerdan cómo su mamá los llevó al evento o cómo los sacó de las greñas, de los que ahí conocieron a su esposo o esposa y que hoy son padres de familia. Tal diversidad de material hace a este «un proyecto colectivo», es «de la banda, para la banda», asegura Bacha.
Por ello «nos vemos como intermediarios, como articuladores de todo este universo de información que hay», y aunque no pretenden contar una verdad absoluta «si nuestro trabajo logra generar esa inquietud en otras personas para que continúen documentando esta historia, nos damos por bien servidos».
Su proyecto comenzó, como hemos dicho, con una convocatoria en su página de Facebook «XX y tantos años de Ska en Qro» en la que invitaron a la comunidad en general a enviar algún cuento, crónica, ensayo, flyer, cartel y fotos que acaso guardaran entre su repertorio personal. Aunque «nos hemos dado cuenta, y eso está bastante chido, de que la banda ahora con el celular, la disposición de internet a la mano, se le hace más fácil escribir textos muy breves», cuenta Bacha, «caímos en la cuenta de que no necesariamente tienen que ser —textos— dentro de un formato literario, sino que simplemente te nace, te acordaste de algo, lo escribiste y nos lo mandaste. No estamos cerrados a esa parte, no es una cuestión académica».
Ahora, el cuarteto se encuentra en la etapa de producción del documental gracias a la cantidad de material que les han enviado en los últimos meses. Además de la digitalización de los carteles, están haciendo la transferencia de formatos que hoy «ya están en desuso», como los videos en VHS o Súper 8, lo cual consideran enriquece bastante su trabajo pues «esa historia está en otros formatos y vamos a tratar de incluirlos».
Para Bacha el ska es «una cuestión que se regó grueso». Antes de la primera tocada de la que tienen registro había mucha presencia de bandas que tocaban algo que ya podía considerarse ska, los jóvenes tenían influencias del rock y del punk. En varios puntos de Querétaro, como Santa María Magdalena, se organizaban las primeras tocadas que en realidad eran reuniones en casa de «fulanito» y de ahí se juntaba la banda. El ska se hacía presente a la salida de la preparatoria, en las hojas de cuaderno que con letras fugaces informaban el lugar y hora para presenciar el conciertillo. Era parte del bloque alternativo que armaba revuelo en la explanada del estadio Corregidora un 16 de septiembre sin importar el «fuerte estigma» que caía sobre los atrevidos que escuchaban y tocaban esa música junto con rockeros, metaleros y punketos.
«El ska es un género que, a diferencia de otros, es una música más estándar», afirma Bacha, «creo que está abierto a toda la gente que nos abra el espacio y a quien se quiera acercar a él, va a estar», y en Querétaro ha coexistido con el movimiento del skate y del graffiti desde el 95, algo «muy clásico del bajío».
«Muchas bandas vinieron a pisar tierras queretanas», además de los barrios, la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) en sus facultades de —entonces— Sociología y de Psicología, y también la exprepa centro, fueron escenarios de grupos icónicos; «en el 97 vino Panteón Rococó cuando nadie sabía quiénes eran ellos y se fueron en el camioncito de Psicología, “El Edipo”».
Hoy, la escena musical continúa, sigue reconfigurándose con otros géneros como el reggae; la música «nos llega de todos lados». Bacha señala que la ciudad, y el estado, se ha diversificado: «somos más del treinta por ciento de la población y sabemos que los barrios siguen creciendo, gente nueva está llegando de otros lugares (…) es parte de cómo se configura la escena local».
Es importante mencionar que «XX y tantos años de ska» es un proyecto que se gestiona por sí mismo, y por ello los organizadores no tienen contemplado buscar alguna colaboración y apoyo de gobierno, por lo que esperan hacer la presentación del documental y de la publicación impresa el próximo año.
Aún se tienen varias ideas, pero Bacha ha adelantado algunas actividades seguras. La primera es abrir el espacio para un festival con bandas de ska, por supuesto, en el que se invertirán los papeles; será «un espacio familiar» ya que «hay mucha banda que hace veinte años eran “prepos”, eran secundarios, y hoy ya tienen niños, entonces queremos que sea un evento en donde esas dos, tres generaciones que existen puedan estar presentes». La segunda actividad, después de las tocadas, será la presentación de la publicación impresa y la proyección del documental.
«Nos gusta y nos interesa recuperar esto, recuperar esto es la forma de fortalecer lazos generacionales, y nos interesa dejar esta huella que insisto no es única, no vamos a contar la historia al cien por ciento porque es imposible, pero sí nos interesa sembrar esta semillita para que otra gente, a la que no le late inclusive, nos refute y nos diga “órale qué chido”», concluye Bacha.