Fotografía: Jefte Acosta
Para Andrés Garrido del Toral la palabra «naco» es un adjetivo que puede usar sin reparo alguno a diestra y siniestra. Un tipo que denigra el oficio de cronista bajo promociones gubernamentales y que ha sido señalado, por alumnas, como un acosador en la Facultad de Derecho, hizo gala de su imbecilidad y creo yo, además, de su desfase generacional.
El texto en el que usa la palabra «naco» es una columna publicada en un medio local -del cual no haré mención- hace algunos días y cuyo título es «El Querétaro naco». Al concluirlo no pude sino mostrar rechazo y burla ante el clasismo aberrante que expone sin tapujos, acompañado de las ovaciones de sus amigos y seguidores, muchos de ellos que conozco, quienes le hicieron el festejo por un texto sin opinión y con bastantes prejuicios.
Hace algunos días platiqué con algunos compañeros sobre los escritores o personajes de la ciudad bajo el término Belle Époque local, o tropical, representado por tipos como Andrés Garrido del Toral u otros tantos a quienes el tiempo les venció y parecen anclados en el Querétaro que ya no es. Para quienes el centro de la ciudad es la ciudad misma y que añoran porque «antes era mejor»: las mismas historias, los mismos espacios, lo mismo siempre, cuya nostalgia en crónicas, columnas u opiniones fuera del papel se convierten en un discurso oficialista que impide ver lo polivalente del territorio.
Pero eso es cosa menor. Cada quien anhela lo que quiere. El asunto es que al señor Andrés parecen no gustarle algunas actitudes y acciones de ciertas personas, las cuales comparto en su molestia, pero que se vuelve difuso al continuar leyendo lo que, por puro título, sabía que se trataría de una estupidez. Claro, tampoco me gusta que una persona se estacione en un lugar reservado para otras que lo requieren, pero decir de ella que es «naca» o cuestionar otras acciones, que en realidad no tendrían que ser cuestionadas, y denominarlas de la misma manera es un asunto bastante serio.
Los «nacos» camioneros que no se bañan ni escuchan a Bach o Mozart —porque obviamente es de gente prestigiosa hacerlo—, personas que se atreven a aplaudir en conciertos de música clásica o quienes acuden a ver a Alejandro Fernández son víctimas de los prejuicios de un tipo que sirve al Estado. No se sabe bien si su odio es dirigido hacia quienes cometen alguna tropelía o si le molesta lo «corriente» bajo esta mirada de menosprecio y una moralidad caduca que, aún, increíblemente, se enaltece.
O quizá solo confunde el significado simplón de «naco» relacionándolo únicamente con los «malos modales», mientras los desvincula, para propia justificación, de su sentido histórico, y que, aún a la fecha, se relaciona con aspectos clasistas y raciales. Un argumento común que solo sirve como barniz, bastante hipócrita, que no hace sino agravar el clasismo implícito en el uso del término. Información que ha trabajado Navarrete, Zaid y Monsiváis, así como Naila Sinave, Yvette Bürki, Félix Báez-Jorge y Sofía Reding, por decir algunos. No conozco alguna investigación que diga lo contrario y si es así, el señor del Toral podría compartirlo. Así como aclara el término «andadores» supongo que no tendría problema en comprobar que «naco» no tiene connotaciones clasistas, suponiendo que ese sea su argumento, porque también es probable que lo sepa y lo utilice de manera cínica.
Aun así, es curiosa la manera en que se ensaña con las personas que no entienden de «buenos modales», los que usamos gorra dentro de espacios cerrados o los trajes arrugados de los trabajadores de Milano, los meseros «llevados y corrientes», ¡vamos!, en solicitar que no se hable con groserías frente a una damita — ¿en serio? — y luego usar sin más la palabra «golfa». Un tipo confundido en su clasismo y arrogancia —y misoginia—, que de manera soez vomita lo que se le ocurre, sin miedo alguno. Un «valiente» más que nadie requiere.
Garrido del Toral no puede ser acusado de ignorante, como de imbécil. Podrá decir que no hay clasismo en el término y que solo se trata de cualquier adjetivo para hablar de los «maleducados», bajo un moralismo ramplón que solo sirve para poner en evidencia su posición como «no-naco», como quien blande el término para despreciar a los demás. El señor forma parte de una generación que ya no pertenece a los cotidianos de la ciudad más allá del centro histórico y de los oficialismos. Una caricatura. «Señores bien señores», como aquella fanpage que circula en Facebook, sátira de quienes portan con «orgullo» la queretanidad más recalcitrante y conservadora. Pero en fin, Andrés Garrido del Toral, la naquiza lo saluda. Ya sabe cómo va la tonada y aquí sí se vale aplaudir.
La mirada de la otra banda.
JFM.
Q, Presidentes, 2021.