Collage: Nadia Bernal


  1. No es lo mismo sangrar por la vagina a los doce años que sangrar a los cuarenta. La sangre tiene un rojo distinto, a veces es marrón o más brillante. A los doce años sangré por primera vez mientras jugaba en un columpio de mi escuela primaria: dejé toda la taza manchada, calzones manchados, falda manchada, dedos manchados.
  2. Mi abuela nunca habló sobre su sangre hasta que sangrar a los cuarenta significó dolor insoportable en el endometrio y bultos que solo fueron detectados por ecografías. A mi abuela le detectaron cáncer de matriz y fue a los cuarenta que ella decidió nombrar su sangre.
  3. Durante los años siguientes a mi primera menstruación, sangrar era equivalente a no querer salir de la cama porque la sangre también me daba vergüenza; decir «sangre» incluso cuando no estaba sangrando. A esto se añadieron otras palabras que combinadas causaban terror: toalla con sangre, tampón con sangre, cólicos y sangre, manchas de sangre en la falda escolar y periodo irregular.
  4. Hablar de menstruación también es hablar de las desigualdades sociales que viven las mujeres, niñas, personas no binarias y hombres trans que impiden que su periodo lo vivan sin tabúes, en libertad, sin exclusión y sin miedo. De acuerdo con UNICEF, 1 800 millones de niñas, mujeres y personas no binarias menstrúan, pero no todas pueden hacerlo bajo condiciones dignas y saludables.
  5. Me he rehusado a nombrarle «regla» a mi periodo menstrual.
  6. La escritora Johanna Hedva habla sobre la imposibilidad de salir de la cama por una afección crónica que reaparece cada cierto tiempo y la deja tirada durante meses: endometriosis. Para ella es importante politizar los cuerpos enfermos y excluidos del espacio público. Es hablar de la «mujer enferma»* como resistencia a un sistema que también nos enferma. Es pensar en todos «los otros cuerpos invisibles, con sus puños levantados, escondidos, sin posibilidad de ser vistos».
  7. Nombrar la sangre es crear comunidad con otros cuerpos. También hay cuerpos que no sangran por la vagina por condiciones específicas que merecen ser visibles.
  8. «Endometriosis, una enfermedad en la que el revestimiento uterino crece donde no debería. En el área pélvica principalmente, pero también en cualquier otra parte: las piernas, el abdomen, incluso la cabeza. Puede causar dolor crónico, y unas hemorragias épicas y monstruosas, y me ha supuesto un aborto y la imposibilidad de tener hijos». **
  9. Cicatriz: un gusano que atravesaba la panza de mi abuela desde la pelvis hasta el ombligo. Aunque abuela decía que ese gusano significaba un trofeo contra la muerte, abuela lloraba porque ese gusano también significaba cuerpo sin matriz.
  10. Yo también guardo pequeñas cicatrices, a diferencia de mi abuela las mías las escondo porque algunas veces me dan vergüenza.
  11. Existen todas las posibilidades de sangrar.
  12. Últimamente pienso mucho en un poema de Anaclara Muro que se titula «Para las mujeres que dejan papeles con sangre en el bote de la basura»: «Pronuncio la palabra menstruación frente a mi padre / pronuncio cólicos toallas copa menstrual / todas las palabras prohibidas / prohibidas por quién cuándo / no sé / pero me cuesta».
  13. A mis veinticuatro decir «sangre»es decir que no hay nada malo conmigo ni en ir por la calle con los pantalones manchados.Me gusta cómo me queda el color rojo.
  14. Si nos nombramos, es más difícil que nos olvidemos.
  15. Meter los dedos en mi vagina cada que me pongo la copa menstrual me permitió reconciliarme con mi sangre y a partir de eso, todo es de distintas tonalidades: a veces me viene bien sangrar y con ello un llanto desenfrenado porque me siento muy cansada; otra veces siento que no soy cuerpo, sino sangre que quiere decir furia, miedo o incertidumbre.
  16. Sentir vergüenza tampoco está mal, cada quien vive de distintas formas sus procesos, por eso acompañarnos mientras nos nombrarnos es una forma también de resistir. Nombrar la sangre es conversar sobre lo que el sistema patriarcal, colonial y capitalista nos ha dejado caer sobre nuestros hombros: no somos culpables.

«Nombrar la sangre» también es el nombre de un poemario de Jimena González.

*Ensayo «Teoría de la Mujer Enferma» de Johanna Hedva.

** Idem.


Nadia Bernal
paola_9msn@hotmail.com
(Estado de México, 1996). Recién egresada de Comunicación y Periodismo. Su trabajo periodístico puede leerse en Tribuna de Querétaro, Connectas y Malvestida en donde ha escrito de feminismos, derechos humanos y violencia de género. "El dolor de vivir en Woodstock" (El Humo) es su primer poemario.

Un comentario en «Nombrar la sangre: algunos apuntes para iniciar la conversación»

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