Fotografía: El Presente


«Operación San Pablo» era un código utilizado entre la gente del barrio en el que vivo, desde hace varios años. Al mencionarlo todo sabíamos qué hacer. Recolectar dinero, treparnos al automóvil y recorrer las avenidas queretanas hasta llegar al corazón de la colonia San Pablo. Normalmente eran las cuatro o cinco de la mañana cuando no había alguien que nos sacara del apuro.

Acudir era un riesgo que se asumía debido a la adicción. San Pablo es una colonia con historia en el norte de la ciudad de Querétaro. La mayoría la ubica por el campo de béisbol, conocido actualmente como «Unidad Deportiva Ejido San Pablo», cuya historia nos remite al 2003 durante la gubernatura de Ignacio Loyola Vera y el enfrentamiento en el que participaron 500 agentes antimotines y 100 habitantes de la colonia quienes, en protesta, tomaron las calles para impedir que el terreno fuera utilizado para la creación de unidades habitacionales y locales comerciales.

Los altos índices de violencia la han catalogado como una de las zonas de mayor riesgo en la entidad. La prostitución acrecienta, así como asaltos y asesinatos. Acudir por algo de mierda era un acto irresponsable, pero la necesidad era la necesidad. No hay manera de esquivarla, sobre todo si ibas con otros igual de ansiosos que tú.

«La droga es una calle de dirección única» escribió W. Burroughs y entrar a ese lugar específico en San Pablo lo corrobora. Solo hay una calle que sube y baja, sin posibilidades de maniobrar. Llegas, estacionas y esperas. La luz de la farola siempres es tenue. Apenas y alumbra, por lo que solo se distinguen sombras que se desvanecen en la oscuridad. Pero sabes que el lugar no está solo; hay cerca de veinte cabrones además de compradores. Cuando estacionas llegan dos de ellos, uno por cada lado de la ventana y te preguntan qué quieres. Siempre son dos.

Solo una persona puede bajar del automóvil, ir al segundo piso de una casa a la vuelta y pedir la mercancía. Te la entregan, pagas y puedes irte, si es que no te atoran en el camino. Cada tanto aparece en los periódicos algún asunto en la nota roja o se rumora lo que sucede. Mientras tanto, paseas por ahí; juntillas se asoman cada vuelta y noctámbulos vagando solitarios quizás en busca de lo mismo a lo que acabas de ir. Sales por avenida 5 de Febrero y de ahí a casa.

San Pablo, que pertenece a la delegación Epigmenio González, es un territorio curioso. La última ocasión que fuimos era domingo. No había nadie en el punto y varios niños nos mandaron hacia un callejón más adelante, en lo que se conoce como el «San Judas». Acudimos a pie, ya que es inaccesible en automóvil. En esa ocasión fuimos tres. Compramos y nos pidieron quedarnos a beber con ellos. Dos horas después terminamos en pleito y salimos de la colonia, ensangrentados y con un cristalazo. San Pablo es San Pablo. Volvimos a las tres semanas. Sabemos de qué va esto, pero la necesidad de seguir enganchado hace que no importe.


David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *