Fotografía: Laura Santos


Desde enero de este año, Jorge Luis Vivanco coloca una mesa, un par de bancos y un juego de ajedrez en las inmediaciones del templo de Santa Clara, donde ofrece sus servicios para enseñar a principiantes de manera gratuita o simplemente echar una partida con quien se acerque, ante la mirada del resto que, en silencio, sigue los movimientos de cada jugador.

El ajedrez es un juego de estrategia en el que dos personas se desafían frente a un tablero cuadriculado de 64 casillas y dos grupos de figuras, 16 para cada jugador, unas blancas y otras negras: un rey, una dama, dos alfiles, dos caballos, dos torres y ocho peones.

El objetivo es derrocar al rey del oponente y, para ello, cada jugador debe intentar acercarse a la casilla ocupada por esta figura y presionar hasta que quede desprotegida y pueda decir jaque mate. Esta es la dinámica práctica, lo simple, lo que se puede conocer sin mayor problema al consultar en internet u otro espacio.

Pero para Jorge Luis, de 27 años, también es algo más que eso. Comenzó a jugar a partir de los ocho años de edad gracias a su padre, donde aprendió los movimientos básicos de casa pieza. Fue hasta los 20 años en que, por gusto propio, decidió incursionar en este mundo, a través de clases y tutoriales de YouTube, forjándose casi de manera autodidacta.

«Me empecé a adentrar en el mundo del ajedrez y fue hace tres años, más o menos, que surgió la idea de abrir un club; yo soy parte de uno y aquí en el centro venimos desde enero. Los domingos tratamos de venir. Primero empezamos en el jardín Zenea y luego venimos al jardín Guerrero, y últimamente en Santa Clara», detalló.

Como cualquier persona que se jacte de apasionarse con alguna actividad, Jorge Luis buscó la manera de difundir el ajedrez entre la gente, aprovechando los espacios como el Centro Histórico, donde más afluencia existe, para lograr su cometido: «que la gente lo vea, exponerlo aquí donde hay mucha. Algunos se acercan a tomar clases y hay ajedrecistas con quienes echamos una partida».

Sin embargo, su otro objetivo es el de promocionar el club, la Escuela Queretana de Ajedrez, «donde hacemos nuestra lucha para crecer», afirmó, en el que imparten clases grupales en avenida Pie de la Cuesta, en el Salón de los Trabajadores, donde no se requiere más que empeño y una edad mínima de seis años, o los suficientes en donde el niño ya sepa leer y escribir.

En Querétaro, entre los clubes con mayor trayectoria se encuentran el «Arte de la guerra», destinado a avanzados; «Caballeros del Rey» para todos los niveles; el Centro Cultural «Sara Montes», y «El Café del Fondo», donde aún se recuerdan las partidas y el olor característico del sitio, entre otros más.

«Y tiene muchos beneficios, ya sea de niños, jóvenes o de adultos, pues ayuda mucho a la retención de la memoria, los procesos lógico-matemáticos y a desarrollar inteligencia emocional. Me han tocado alumnos que van a torneos, en el ámbito competitivo, y desarrollan habilidades para aprender a ganar o perder», explicó.

Jorge Luis dice estar en un nivel que va de lo regular a intermedio; su labor consiste en hacer que la gente se enamore de esta actividad, incentivando a los principiantes a que vayan generando visualización, estrategia, técnica táctica, pero principalmente actitud, por lo que en cada domingo buscará estar a las afueras de Santa Clara, a la espera de que algún curioso se siente al frente y comenzar la partida.

David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

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