Fotografía: Laura Santos



En un abrazo no se abarca todo lo que es Gabriela Contreras. Viste de negro para resaltar su cuerpa de poeta. Es una activista gorda y editora originaria de Melipilla, Chile. Gabriela tiene estudios en feminismo, estética y crítica literaria; nunca cursó una licenciatura, pero los fanzines con ilustración de vaca en la portada, su “cuaderna gorda” (una especie de agenda) y “Caguama”, su más reciente poemario, delatan a una escritora nata con lentes de montura roja. 

Tan inmensas como su historia de lesbiana neurodivergente, sus creaciones literarias tienen origen en su infancia, que para ella fue muy solitaria, cuando un “diario de vida” fue su desahogo más próximo para evadir la vorágine de su existencia. Un lienzo en blanco que fue llenando con las memorias colectivas de su madre, su abuela, su vecina, y el barrio, el rap y el hip hop, aunque protagonizado por hombres, le dieron un impulso para expresar la narrativa de su propia biografía. 

Para Gabriela, en el acto de escribir siempre hay un espacio para respirar, porque en su opinión la realidad es feroz y violenta, por lo que únicamente se requieren lápiz y papel para dar una buena y merecida estocada a la sociedad que muchas veces continúa siendo dominada o manipulada por el patriarcado “higiénico y sumamente académico”. 

Sus inicios en la escritura datan desde su antiguo trabajo en un call center donde a la par comenzó a buscar que la gente se hermanara con tus textos, sus fanzines y su poesía novata con la intención de crear una comunidad en la escritura con las amigas, aquellas voces actuales o incluso las que habían estado antes que ella. F.E.A son las siglas de su editorial Feminismo, Estrías y Autogestión, un colectivo de mujeres que difunde textos sobre gordofobia, antirracismo anticolonial, feminismos y disidencias sexuales y afectivas. 

Sus amigas y ella no tenían acceso a leer obras traducidas de grandes autoras y viajar era la única alternativa para sumergirse en las grandes poetas. Gabriela siempre tuvo la premisa de cuestionarse el por qué leer solo mujeres europeas y gringas, así como el por qué no hacerse cargo de sus propias memorias. Traer textos y reconocer memorias de grandes mujeres; mandar versiones traducidas a otros lugares. Darles vida y cruzar la literatura entre ocho radicadas en Colombia, Chiapas y España bajo estas siglas y leer tanto de Simon de Beauvoir como a la propia Gloria Zaldúa. Agarrarse de sus propias raíces. “Luchar contra la borradura”.

Gabriela desconoce de si el “feminismo gorde” exista o no, pero sí reconoce que las tramas son complejas y que no solo es el “gordo”, sino también el género, clase y raza los factores que permean en su persona. No permite que el feminismo caiga en una zona de confort; su identidad heavy que la acompaña a donde va siempre está inquieta. Su posición a favor de luchar contra el feminismo blanco y exponer al lesbofeminismo, cuerpas gordas y neurodivergencias va más allá de darle visibilidad a su labor editorial y de gestión; se reduce a deconstruir aún más su memoria corporal. 

Su más reciente producción literaria se titula “Caguama”, designado así como el nombre de un animal, la tortuga. Gabriela estaba en Chiapas cuando pidieron al centro una “caguama” y acostada la connotación la llevó a deducir que una tortuga yacía en la mesa. Para ella, las personas del tercer mundo siempre hemos sido vistas más como  animales que como humanos, y la tortuga es una vasta contrahegemonía: es lenta, pero enorme y así esquiva anzuelos; también la ayudan, es colectiva y busca un mar con el simple instinto.

Así es también como a Gaby la personifican en las reuniones feministas a las que acude; le dicen que es la rara, la gorda, la que tiene una armadura y sí, ella concuerda y testifica que aunque con coraza se vive, también las tortugas están expuestas a la extinción. Al silencio.

Julia Andrade
julia@gmail.com
Comunicóloga, otaku y escritora en proceso.

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