Fotografía: Enrique Páez


El asilo San Sebastián es el hogar de 42 personas adultas mayores; se trata del recinto más antiguo dedicado a la asistencia de quienes ya han entrado en la considerada tercera edad, pues desde hace casi 130 años, en la ciudad de Querétaro es que sus paredes resguardan las historias de los últimos años de vida de quienes no tienen un techo propio, o de quienes sus familiares no pueden proporcionarles los cuidados que requieren. 

De acuerdo con la directora operativa de San Sebastián, Elizabeth Ugalde, la población del asilo está conformada por quienes ingresan luego de haber padecido situaciones de abandono o violencia, y cuyo ingreso es consecuencia de la intervención de las autoridades; se trata de la mayoría de las personas que hoy habitan el asilo. 

Por otro lado, también existen los casos en los que no es precisamente que hayan sufrido una situación como la anteriormente descrita, sino que son los familiares quienes deciden ingresarlos: “son adultos mayores que tienen familia, a esta población los visitan sus familiares, les pedimos que no los abandonen, que los visiten entre semana, que hagan videollamadas, que estén al pendiente”. 

El asilo San Sebastián es una Institución de Asistencia Privada (I.A.P) que sobrevive de las donaciones y los voluntariados, tanto de particulares y empresas como de dependencias gubernamentales. No obstante, aunque son minoría quienes viven ahí porque sus familiares los ingresaron, ellos sí pagan una cuota significativa por su estadía. 

“A veces creemos que por institucionalizar a un adulto mayor es abandonarlo, pero yo creo que las instituciones también nacen para apoyar a las familias, sobre todo en el caso de los adultos mayores que sufren deterioro cognitivo, como alzhéimer, demencia o estas situaciones en las que la estructura familiar se ve afectada”, señaló Ugalde. 

La directora operativa refirió que ha habido casos en los que las personas adultas mayores han puesto en riesgo su integridad física al provocarse heridas o al ingerir objetos, por lo que para las familias se vuelve difícil combinar las actividades laborales y productivas con los cuidados. 

Elizabeth está a cargo del asilo desde hace seis años, pero ha sido voluntaria desde hace mucho más; reconoció que “somos muy afectos a juzgar a quienes los llevan a una institución, pero también somos un apoyo”. 

Aunque quizás en otras latitudes el considerar las residencias para adultos mayores como una opción es algo habitual, en México aún no es así. 

“Algo que les digo es: bienvenidos a su futuro, porque lo que nadie queremos es llegar a viejos y, sobre todo, enfermos. Yo les pregunto a los jóvenes: ¿te has imaginado una vejez amputado, sin una pierna, quizá sin un brazo, ciego, sordo o hemipléjico y que no te puedas mover, que haya que cambiarte los pañales, que no te puedas mover?”.

Las dificultades para atender las necesidades más básicas y la imposibilidad de hacerse cargo de una misma como persona son parte del paso del tiempo por el cuerpo, por lo que, en el contexto demográfico en el que el grueso de la población hoy es joven habría que mantener a la visa el hecho de que pronto, todos los jóvenes seremos también viejos. 

“Cada vez las generaciones son más longevas y la pirámide poblacional se está invirtiendo, entonces cada vez va a haber más ancianos. Cada vez, también las familias, los matrimonios, tienen menos hijos. ¿Qué están haciendo los jóvenes para ese futuro, cómo nos estamos preparando?”. 

Según la perspectiva de Elizabeth, el hecho de imaginar cómo queremos vivir esa etapa de nuestras vidas puede ayudar a visualizar cómo es que nos gustaría ser tratados y lo que queremos significar para las personas que amamos “al estar aquí, yo veo lo complejo que es atender a alguien con deterioro cognitivo en casa”. 

El asilo recibe donaciones de todo tipo, desde alimentos, ropa, utensilios de cocina o cualquier cosa que pueda usarse o venderse en el pequeño bazar que manejan, hasta también donativos económicos y de trabajo o tiempo. Las personas que trabajan de manera voluntaria o remunerada fabrican salsas, mole, tamales y promueven de muchas maneras las distintas formas de generar ingresos para que continúe en funcionamiento. 

Apenas hace unos meses fue que se instauró en Querétaro la Procuraduría de Atención y Protección Integral a Personas Adultas Mayores, por lo que se espera que los casos que llegan al asilo por intervención de las autoridades puedan tener un seguimiento, independientemente de las administraciones estatales que lleguen al poder. 

De acuerdo con Elizabeth, el problema de abandono de las personas adultas mayores está directamente relacionado con la pérdida de su productividad en una sociedad que centra sus energías precisamente en la generación de recursos económicos y en el trabajo, el trabajo que trasciende generaciones. 

“Ya estos abuelitos no son funcionales y ya no reciben una remuneración económica, ya no tienen un empleo: ya no son productivos. Ya no nos ayudan a cuidar a nuestros hijos, al contrario, ahora yo los tengo que cuidar”. 

No obstante, para la mirada de Elizabeth el hecho de que el cuidado se vuelva una carga para las familias atiende a algo más que al estigma del abandono por sí mismo, puesto que hay que considerar las condiciones sociales de las personas. 

“Imagínense una familia pobre que tiene que salir a trabajar y que, además, tiene que cuidar al abuelito enfermo en casa. ¿Quién lo cuida? Quizá tampoco tienen el recurso para pagar a alguien que lo cuide”. 

Además, señaló que no necesariamente el internamiento en un asilo es algo cruel, puesto que hay casos en los que los familiares dedican más tiempo de calidad en fines de semana, pues habiendo descansado y cumplido con sus obligaciones acuden a visitarlos o los llevan de paseo. 

Sin embargo, para Elizabeth también es importante reconocer que el abuso hacia las personas adultas mayores existe, pues hay ocasiones en las que quienes les rodean se aprovechan de su vulnerabilidad para hacerles firmar documentos o para usarlos como moneda de cambio por una pensión. 

“Aquí tenemos casos de abuelitos que han vivido pepenando en la basura que ahora tienen una vida digna, porque tienen comida a sus horas, los bañamos, les proporcionamos ropa de la que la misma población nos dona”. 

Son frecuentes las anécdotas del papel consentidor y de refugio que para muchas personas han significado las abuelas y los abuelos, que incluso encarnaron actitudes que no encontramos en los progenitores directos, o que participaron en la crianza para que las madres y padres pudieran ganarse el sustento. 

“Tenemos que agradecer a nuestras raíces que hoy estemos aquí, de ahí venimos, si nosotros no honramos las raíces, estamos fregados. Somos como un árbol, si no riegas un árbol no te va a dar frutos, las raíces son nuestros abuelos”. 

Las vidas de las personas adultas mayores valen ser contadas, porque los oficios y las anécdotas que los años les han dejado son lo que le dan forma al mundo. Por San Sebastián han transitado comerciantes, campesinos, relojeros, periodistas y muchos de ellos aún permanecen reducidos a cenizas en las criptas de la institución. 

La vejez no es algo aceptado en nuestra sociedad, de acuerdo con Elizabeth, evidencia de ello es la proliferación de cirugías estéticas, cremas, tintes y aditamentos para tratar de “detener el tiempo” y borrar las marcas que deja en la tez. 

En el asilo hay un programa para visitas voluntarias, con el fin de que quienes busquen ofrecer su tiempo para brindarle compañía y atención a los adultos mayores residentes de San Sebastián se conviertan en los familiares que no tienen:: “no tienes que dar un recurso económico, dona un poco de tu tiempo, de calidad o de lo que sabemos hacer”.

Ana Karina Vázquez
akarina.vb@gmail.com
Periodista de la generación del fin del mundo. Hija de la crisis y de la incertidumbre. Tengo muchas pasiones.

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