Fotografía: Giovanna Tron


Desde cómo es compartir el hogar con una o varias serpientes, lograr criar camaleoncitos y convivir en la cocina con un cocodrilo escapista al que las autoridades rescataron para olvidar, hasta viajar a los rincones del planeta donde subsisten animales que quizá pronto dejen de existir, es lo que se puede encontrar en Fieras Familiares de Andrés Cota Hiriart.

En el libro encontramos las crónicas dentro y fuera de casa en la convivencia con la naturaleza misma y la vida con otras especies, en específico, los reptiles: la gran pasión del zoólogo, naturalista, escritor y fundador de la Sociedad de Científicos Anónimos que nació en la Ciudad de México pero que también tiene capítulo queretano.  

Los argumentos para demostrar ante sus primas que no todas las serpientes son peligrosas y más bien sí se trata de seres vivos fascinantes tenía como finalidad principal, que la apreciación surgiera como consecuencia de las nociones básicas de animales tan estigmatizados por la cultura popular. Sin pensarlo de esa manera, Cota Hiriart ya hacía divulgación científica. 

“Me choca la divulgación que es solo informativa y seca, o didáctica o súper ñoña, o muy soberbia. Hay esta tendencia de cierta facción de la ciencia de mostrarte como eso de `vengo a enseñarte´, eso es horrible. Por eso hago estos eventos de ciencia en cantinas y espacios así, porque me parece más humano para los adultos, al menos. Es el lugar en el que estamos con nuestras amigas, amigos y la conversación es más relajada en un nivel en el que todos podamos participar”. 

Sin restarle importancia a los conceptos, los nombres de cada especie y sus relaciones entre sí, en Fieras Familiares y en las charlas de la Sociedad de Científicos Anónimos se aprende y se disfruta. 

“Esta idea de que el público no entiende si es ciencia, es una estupidez. Cualquier persona, si le vas dando elementos y vas construyendo poco a poco, te puede seguir”.

Respecto al papel que le correspondería asumir a la divulgación científica en casos como el que narra sobre el tráfico de especies y la explotación de los recursos naturales, considera que el punto central es asumir con que nuestra especie no es superior a ninguna otra y que convivimos en el mismo planeta. 

“Es una labor titánica, porque me gustaría pensar que el papel es partir de la igualdad del humano para con el resto de las especies. Creo que eso, en la gran mayoría de las personas no existe, la mayoría piensa que los humanos somos el pináculo de la evolución, como si estuviéramos aparte, como si no fuéramos animales; no se dan cuenta de que somos una especie de changos tecnológicos y abusivos, pero changos, o somos los hijos de dios: se les olvida que dios y los muchos que hay son un invento humano”. 

Entender que ocupamos un lugar ínfimo en la enormidad de las formas de vida y su historia en este planeta sería el punto de partida para relacionarnos de una manera distinta con nuestro entorno, de acuerdo con Andrés. No obstante, consideró que es consciente de que la forma de relacionarse con los animales tiene que ver con el medio en el que se crece, pues no es lo mismo crecer en un ambiente rural precario que en una ciudad con la oportunidad de acceder a educación universitaria. 

Sobre la divulgación científica, señala que  “es un proceso deliberado de comunicar la manera que yo tengo de interpretar el mundo. he tenido una formación muy científica, mi mamá y mi papá lo son, crecí en ese núcleo (…) cuando uno nace con una obsesión, como la mía por las serpientes, creces desde chiquito teniendo que defenderlas, entonces desde muy pronto, gran parte de tu labor se trata de exponer el caso de las serpientes y los reptiles a otras personas. De convencer, no solo de que no son peligrosas o no todas lo son, sino de que en verdad son bastante maravillosas”.

Los conflictos sociales y los naturales están estrechamente vinculados; aunque en algunos casos puede que el evitar la presencia humana por situaciones de inseguridad, por ejemplo, podría ser beneficioso para la recuperación de la flora y fauna de los territorios y evitar o detener la explotación de los recursos; también está la posibilidad contraria. 

“En Chiapas, en las montañas del norte, que es una zona que todavía no es turística, bastante pobre donde hay manchones de selva tú vas y quieres hablar con la gente para que se conserve, pero a la vez, no tienen nada más, no tienen nada qué comer. Claro que tiran la selva para poner frijol o cuatro vacas, 36 hectáreas para tener cuatro vacas”. 

Cota Hiriart consideró que el discurso de las grandes empresas respecto a los supuestos esfuerzos y campañas en las que se promueven acciones de reciclaje o de consumo ecológico es una total simulación, puesto que tienen el poder suficiente para cambiar la manera en la que producen de forma radical, pero no lo hacen porque no están dispuestas a perder el más mínimo beneficio económico. 

“Se llama green washing, es pura y dura simulación, es simplemente una manera de lavar su nombre, que en realidad no aporta nada. Es complejo, pero la reforestación per se no es hacer un bosque, se usa mucho en las empresas y los gobiernos usan mucho ese discurso de que al reforestar estás salvando el bosque y no, la reforestación es un monocultivo de árboles, una granja, si una selva tiene 300 especies, reforestar con tres no ayuda”. 

El caso se repite con la industria automotriz y las tendencias a cambiar coches con motores de gasolina por autos eléctricos, que no abonan a las soluciones de los problemas de movilidad.

Para Andrés, el discurso de promover las acciones individuales por encima de las consideraciones estructurales del sistema económico que impera, exime a las autoridades de la implementación de políticas públicas que realmente atiendan la emergencia climática que no solo pone en riesgo a otras especies, sino también a la nuestra. 

“Creo que es inevitable esta especie de naufragio ecológico al que vamos, pero se puede desacelerar qué tan rápido vamos a llegar ahí”. 

Aunque se reconoce pesimista, sabe que parte de asumir la minúscula participación de la humanidad en la historia del planeta es también ser consciente de que eso mismo es la evidencia de que con o sin la humanidad, la vida sigue su curso. 

“La cuestión es que en este caso nosotros somos el volcán y la explosión está sucediendo en todos lados de manera simultánea, robándole en consecuencia a la vida el único factor condicionante para ser capaz de adaptarse y preservar: el tiempo”.

Ana Karina Vázquez
akarina.vb@gmail.com
Periodista de la generación del fin del mundo. Hija de la crisis y de la incertidumbre. Tengo muchas pasiones.

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