Fotografía: Laura Santos


La tradición del Festival de huapango arribeño y de la cultura de la Sierra Gorda en Xichú, Guanajuato, inició en el año de 1983 a iniciativa de la agrupación local de este ritmo, comandada por el músico, poeta y trovador don Guillermo Velázquez, los Leones de la Sierra de Xichú y de grupos de jóvenes xichulenses para rendir honor a los viejos maestros del huapango. 

A decir de Vincent Velázquez, también músico de este género propio de la zona de San Luis Potosí, Guanajuato y Querétaro, el propósito del festival tiene una raíz profunda en el reconocimiento de los trovadores de la región que dieron su vida a la poesía, la música y la cultura, quienes tristemente quedaban en el olvido de la memoria comunitaria. 

«Muchos de los grandes trovadores de la zona media potosina, de la Sierra de Xichú y de la Sierra queretana, que es donde enraiza, germina y florece esta tradición, estaban en el olvido, y esto no quiere decir que la fama haya sido su objetivo, sino más bien quedaban en un olvido muy triste, porque después de darle tanto a la gente morían, muchas veces, mendigando en los mercados para sobrevivir». 

Es por ello que, en homenaje, decidieron llevar a cabo dicho evento el 31 de diciembre con una gran topada y la visita al panteón, para posteriormente con el tiempo irse ampliando hasta la realización de cuatro días de trabajo entre músicos y población local, con invitados del país y fuera de él, provenientes de Islas Canarias, Puerto Rico, Cuba, Argentina y Chile, en una conjunción de culturas en el corazón de la Sierra Gorda en México. 

Sin embargo, pese a los colores, a las historias que han surgido y los personajes que participan en él, no son pocas las dificultades que se han enfrentado desde hace cuarenta años; adversidades que, como comunidad, han sabido sobrellevar desde la organización independiente, de quienes buscan lucrar y aprovecharse de las circunstancias que otorga la popularidad que ha labrado con el paso del tiempo. 

«Esta es una fiesta que ha estado en resistencia, porque es una fiesta que al paso de los años fue tomando un carácter independiente, es decir, esto no es un simple reventón o un evento para atraer turismo, sino que nació como un homenaje a los viejos maestros del huapango, y eso afecta intereses de toda índole, que siempre buscan lucrar con cualquier cosa».

Vincent Velázquez detalló que en los años noventa un grupo político intentó organizar peleas de gallos, en lo que mencionó como un atentado contra este festival, cuya base es que se realiza sin fines de lucro, siendo rechazados por el comité organizador, compuesto por músicos, campesinos, amas de casa, profesionistas, emigrados junto a los Leones de la Sierra de Xichú, quienes se unieron en contra de estos eventos, a fin de evitar el aprovechamiento de su festival y su posible alteración.

«Esta fiesta se fue construyendo al paso de los años, cobrando distintos matices; de ser un festival de homenaje a los viejos huapangueros y que solo era el 31 de diciembre se ha convertido en lo que es hoy, pasando del 31 a empezar el 29 de diciembre, siguiendo el 30, 31 y culminando el 1 de enero en la mañana», refirió, explicando que parte de la gestión ha sido la de ocupar la plaza principal frente a la iglesia de San Francisco de Asís.

Los cambios han sido importantes durante estos años, señalando que desde 2002, por ejemplo, han recibido a algunos de los mejores músicos y trovadores del mundo, quienes han compartido su música y su palabra. Desde entonces, los años de 2007, 2012, 2017 y 2022 han sido relevantes al respecto, además de contar con los grandes de la música en México compartiendo escenario. 

«La misma tradición va abriendo caminos, dándonos señales de por dónde ir y así son estos 40 años de historia en este espacio han estado presentes los más grandes maestros del huapango, cuando menos desde la segunda mitad del siglo pasado. Estuvo don Francisco Berrones, don Antonio García, don Antonio Escalante; grandes músicos como don Chevo Méndez, don Román Gómez y han estado participando grupos legendarios del son huasteco como los Camperos de Valles, el trío Armonía Huasteca».

Además de homenajear a otros grandes maestros huapangueros como Tranquilino Méndez, Agapito Briones, Tomás Aguilar, Ceferino Juárez, Pedro Carreón y Lorenzo López. De hecho, dijo Vincent Velázquez, la forma de organizar estos eventos es mediante rifas, cooperaciones y eventos para tener los recursos económicos necesarios para esta festividad, con cierto apoyo gubernamental para los boletos aéreos de los invitados, aunque principalmente gracias al trabajo voluntario del comité. 

Las topadas, el ritual máximo del huapango arribeño

La topada es una prueba difícil que enfrentan músicos y poetas arribeños. «El ritual máximo», lo definió Vincent Velázquez, que consiste en un enfrentamiento poético-musical entre dos conjuntos huapangueros, los cuales constan de un poeta-trovador que toca la guitarra quinta, el jaranero y dos violines, quienes se suben a los tablados, esas estructuras de madera que, cuentan, se construyeron desde hace más de un siglo, para dicho propósito. 

«Hay un combate poético porque los trovadores, a lo largo de ocho a 12 horas, intercambian sentires acerca del tema que los convoca. Por ejemplo, si es una fiesta a San Isidro Labrador traen poesías, o al festival de Xichú, que hoy cumple 40 años, tendrá ese tema presente. Pero lo que la gente espera es la bravata, cuando los trovadores se intentan lastimar en sentido figurado, confrontación que a veces es muy dura». 

Además de la confrontación, también llamada controversia, no solo de la palabra sino de la destreza musical, «para saber quién domina tonalidades, quién tiene mejor repertorio de sones, de jarabes; es una conjunción de muchas cosas y la gente baila. En una topada, si la gente no baila se acaba más rápido. El baile le da una sustancia a la fiesta de la topada, es lo que va cargando de energía todo, donde mucha gente baila y mucha gente escucha la palabra de los trovadores».

El huapango arribeño tiene tres partes: la primera consiste en la poesía, la cual es mayoritariamente memorizada; la segunda en la balona, que es donde se ejerce la improvisación, y finalmente el son y el jarabe, que es cuando la música tiene mayor arrebato y es lo que gente zapatea con vigor. El festival de huapango arribeño y de la cultura de la Sierra Gorda en Xichú, es un evento que representa la unión comunitaria y de resistencia; un espacio de memoria en el ritmo y la palabra donde todos y todas se encuentran hasta el amanecer de otro año que se va y uno que llega con nuevas esperanzas.

David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

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