
Texto: Blanca Gutiérrez Grageda
Fotografía: Gobierno del Estado
Escuché parcialmente los discursos pronunciados hoy, en el aniversario 106 de la promulgación de la Constitución de 1917, en el teatro de la República. En ellos, percibí un manoseo del discurso histórico, patético. Abundaron, como suele suceder en esos casos, las falacias, la retórica barata y las imprecisiones históricas.
El discurso leído por Mauricio Kuri, gobernador de Querétaro, estuvo plagado de referencias históricas, algunas con graves imprecisiones. Ignoro quien se lo redactó, pero quien lo hizo, es evidente que no es un conocedor o conocedora de nuestra historia.
Por ejemplo, dice nuestro gobernador que la redacción de la Constitución de 1917 “es el acto previo, formal e indispensable que encuentran los diversos grupos para cesar las hostilidades y la guerra. Para ello, adoptan un acuerdo explícito: someterse al Estado de Derecho. Quienes entonces pactan la paz, no solo son adversarios, son auténticos enemigos que se han enfrentado hasta la muerte”.
Me detengo brevemente en ese párrafo de su discurso.
De entrada, hay que decir que la Convocatoria al Constituyente no fue un acto “formal”, porque fue resultado de hecho revolucionario, es decir, al margen de la Constitución vigente en ese entonces.
En segundo lugar, no fue emitida por “los diversos grupos para cesar las hostilidades y la guerra”, pues dicha convocatoria la hizo UN SOLO GRUPO y fue dirigida únicamente a sus simpatizantes. Es decir, a diferencia de la Convención de Aguascalientes (donde estuvieron representadas las diversas fuerzas revolucionarias: villistas, zapatistas y carrancistas), en el Constituyente de Querétaro sólo estuvo representado el grupo de los carrancistas, es decir UNO. No fue, de entrada, una convocatoria muy democrática que digamos. En ese sentido, no buscó “cesar las hostilidades ni la guerra”, porque ellas continuaron. Lo que buscó fue imponer a una facción revolucionaria sobre las otras.
En tercer lugar, los constituyentes no buscaron “someterse al Estado de derecho” sino exactamente lo contrario: destruir el vigente para dar lugar a uno nuevo.
Dice el gobernador Kuri, que quienes “entonces pactan la paz no solo son adversarios, son auténticos enemigos que se han enfrentado hasta la muerte”.
Con pena, pero hay que decirle al gobernador que la Constitución no fue un “pacto de paz”, para nada, sino un nuevo marco jurídico para la nación, la refundación del Estado mexicano.
Además, es erróneo sostener que los constituyentes eran “enemigos que se habían enfrentado hasta la muerte”. Falso: quienes se reúnen en Querétaro, como ya lo expresé, fueron únicamente los miembros de la facción carrancista, es decir, aquella que peleó hasta la muerte, sí, pero en contra de Villa y de Zapata, los cuales no fueron invitados a la fiesta queretana.
Dice el gobernador que en el histórico recinto, “los mexicanos llegamos [sic] a acuerdos y superamos [sic] posiciones extremas, logrando un consenso toral”.
Al respecto, hay que decirle que no fue así: ni hubo “posiciones extremas” pues las diferencias entre los constituyentes fueron en su inmensa mayoría de matices, no de fondo, y muy lejos se estuvo de construir desde Querétaro un “consenso toral”. Las posiciones extremas se dieron con los villistas y los zapatistas, no al interior del constitucionalismo, como ya lo dije.
El aludido “consenso toral” no lo fue. Amplios sectores de la sociedad rechazaron el nuevo marco jurídico y le declararon la guerra: los conservadores de entonces y la jerarquía católica hicieron fuertes llamados a desconocer la nueva Constitución, al grado tal de que, una década después, se levantaron en armas en su contra, con la llamada Guerra Cristera.
Hace cien años, los conservadores, los reaccionarios y un amplio sector de los católicos declararon que la Constitución era “comunista”, “enemiga de la religión”, “opresora” y “enemiga de la propiedad privada”. Desde el conservadurismo, hace cien años se dijo que los supuestos constituyentes no eran otra cosa que “hombres iletrados, soldados rústicos, gente obediente a la voz de Carranza, bolcheviques, bandidos”. Hubo de todo, pues, menos “consenso”.
En su discurso, Mauricio Kuri expresó que la Constitución de Querétaro “no avasalla, concilia”. Falso. Avasalló, no concilió. Su legitimidad emerge de un contexto revolucionario. Fue resultado de una cruenta guerra civil, jamás de la conciliación.
Más adelante, dice que la Constitución retoma “el Estado federal” propuesto en “Los Sentimientos de la Nación”. ¡Qué pena!, pero que alguien le diga a quien le escribió el discurso al gobernador, que el federalismo mexicano se presentó una década después, en el Constituyente de 1824.
Una más de las imprecisiones de que está plagado el discurso del gobernador. Dice Mauricio Kuri: “la esencia del Plan de San Luis es la transferencia ordenada, pacífica y periódica del poder por medio del voto libre”.
Perdón, pero la esencia del Plan de San Luis nada tiene que ver con “transferencias ordenadas y pacíficas” sino con todo lo contrario: representó un llamado A LAS ARMAS para DERROCAR al gobierno de Porfirio Díaz. La revolución iniciada en 1910 no tiene nada de ordenada ni mucho menos de pacífica.