Texto: Claudio Sarmiento y María del Mar Covarrubias
Fotografía: Laura Santos
Ante el arranque de los sistemas de fotomultas de Querétaro, reflexionamos sobre el rol que tiene la velocidad vehicular en los hechos de tránsito. Ofrecemos datos innegables que resaltan la necesidad de respetar los límites de velocidad, a la vez que exigimos que las fotomultas sean acompañadas por otras estrategias de movilidad sostenible y segura.
- Las armas, las balas, los autos y las vías
Imaginemos un pequeño pedazo cilíndrico de plomo en nuestras manos. Si se lo aventamos a otra persona con nuestra mano, lo más probable es que le cause una molestia menor. Ahora, si lo colocamos dentro de un arma de fuego y disparamos, este pedacito de plomo se convierte en un proyectil letal. Sin la pistola, el pedazo de metal realmente no es una bala (aunque tenga su forma), y sin la bala, una pistola es relativamente inofensiva. La diferencia en letalidad radica en las velocidades que la bala alcanza gracias a la pistola, independientemente de las intenciones de quien la dispare.
Podemos extender la analogía al uso del automóvil y a la relación entre vehículos motorizados y vialidades. Por sí solo el vehículo no atenta contra la vida de las personas, si vas caminando y chocas con un auto estacionado no pasará de una molestia o un tropiezo. Mientras que una vialidad sin un vehículo puede servir como cualquier explanada. La diferencia en letalidad radica en las velocidades que el auto alcanza gracias a la vía, independientemente de las intenciones de quien lo maneje.
Las armas, las balas, los autos y las vías dependen tanto de sus diseños como de sus usos para que éstos funcionen como herramientas y no como armamento letal.
Resulta evidente que algo no está funcionando en el sistema vehículo-vialidad que hemos construido en nuestras ciudades. Tan solo en México mueren 40 personas al día en las vialidades del país y los (mal llamados) “accidentes” viales frecuentemente ocupan los primeros 10 lugares de causa de muerte, a nivel nacional como internacional. Más aún, si enmarcamos el problema dentro de la problemática de seguridad y usamos la categorización del Sistema Nacional de Seguridad Pública, encontramos que 99.1% de los homicidios culposos en Querétaro ocurrieron en un hecho de tránsito. Si combinamos estas cifras impactantes con que el 92.3% de los siniestros en zonas urbanas y suburbanas son atribuibles a un conductor y que el exceso de velocidad está en el 90% de las colisiones vehiculares, entonces tenemos una correlación muy contundente entre las altas velocidades de los vehículos motorizados y las muertes culposas que padecemos en nuestras vialidades, tanto que ha sido reconocida por las Naciones Unidas.
Así pues, las vialidades que reportan tanto altas velocidades vehiculares como altos índices de siniestralidad tienen un casual evidente: el mal diseño y el mal uso del sistema vehículo-vialidad. Desde el punto de vista del diseño automovilístico, nos encontramos ante el hecho que los automóviles que usamos para trasladarnos comúnmente alcanzan los 240 km/h, cuando las vialidades más rápidas nos limitan a 110 km/h y realmente nos desplazamos por la ciudad de Querétaro a un máximo promedio de 55 km/h. Esto quiere decir que conducimos vehículos que son capaces de alcanzar velocidades dos veces las máximas legalmente establecidas y cuatro veces las necesarias. Si bien estas velocidades teóricamente podrían traducirse en beneficios de productividad, la realidad es que resultan en externalidades negativas, tanto individuales como colectivas. Por un lado, está comprobado que viajar a altas velocidades conlleva mayores gastos en combustible; por ejemplo, alcanzar los 110 km/h significa un 20% de gasto de gasolina mayor que si fuéramos a 90 km/h. Por otro lado, y más importante aún, el cuerpo humano tiene sólo 10% de probabilidad de sobrevivir si es impactado por un automóvil que circula a más de 60 km/h. Traducido a los impactos negativos para una sociedad, la muerte de las personas por vehículos circulando a velocidades más altas que los promedios cotidianos (es decir, 60 km/h) resulta en importantes pérdidas económicas.
¿Cómo podemos conciliar la existencia de vehículos veloces con la necesidad por bajas velocidades?