Texto: Ramsés Oviedo Pérez

Fotografía: Fernanda Cárdenas


A mediados de enero de 2023, logré contactar y entrevistar a la artista, poeta y editora Romina Cazón. Una vez abierta la sala virtual, nos saludamos y entramos de lleno a la conversación. Romina Cazón nació en Argentina en 1982. Estudió las licenciaturas en Educación, Diseño Gráfico e Ingeniería en Telemática. Reside en Querétaro desde 2011, donde ha realizado múltiples talleres literarios. Gran parte del público joven de Querétaro la conoce por su sello editorial El humo (nombre inspirado en un poema de Pizarnik), y por la revista de poesía también así llamada, El humo (otrora impresa y luego digital). En la entrevista platicamos sobre su trayectoria cultural en Querétaro, sus ideas y experiencias en el mundo editorial y los proyectos futuros. Poseedora de una enorme versatilidad en diferentes géneros de expresión artística (literaria y plástica), Romina es autora de casi una docena de libros impresos de poesía, cientos de gifs originales y diversos proyectos de arte multimedia.

Además de tu faceta como escritora y artista visual, también tienes una experiencia muy larga a nivel editorial. ¿Qué experiencias son las que te llevaron a considerar el oficio de editora en tu vida?

Básicamente yo entré al terreno literario —como bien lo decís— siendo una creadora, entré del lado de la narrativa y me inserté rápidamente a la poesía y de ahí nunca más me he movido a otros géneros. A decir verdad, sí me he movido, pero siempre recurro a la poesía y sé que, efectivamente, para mí la poesía ha sido un motor de todas estas cosas que han sucedido a lo largo de mi trayectoria como editora, como una artista audiovisual multimedia, como una poeta, una creadora. ¿Y qué me motiva? Justamente no tener espacios. Bueno, creo que todos y todas podrán decir igual que en la actualidad no tienen dónde publicar porque no hay demasiadas publicaciones. No había abundantes y si las había —lo que yo veía en aquel entonces—, eran publicaciones por amiguismo, por chicas lindas para los editores. Yo veía mucha desigualdad dentro de un terreno que es clasista y homofóbico.

Entonces, cansada de ver todo este tipo de escenarios —fraudes en las editoriales, fraudes entre colegas—, decidí comenzar. Porque también tengo una revista, El humo. Es un proyecto que yo fundé en Argentina como una revista barata de un peso argentino, fotocopiada. Revista El humo le daba el espacio a las voces que estaban silenciadas, las voces desde la periferia, las voces escondidas, las voces que no podían salir con facilidad si no eras el escritor o la escritora con trayectoria. Yo estuve en todos los escenarios y sentí que también era parte de ese número, de esa estadística frustrada que no llega a tener posibilidad. A través de la revista El humo, fui haciendo en 2014 publicaciones pequeñas, plaquettes con autoras queretanas. Arranqué el proyecto con una queretana, Silvia Lira León, con un proyecto pequeño. Y empecé a ver que esto podía dar frutos, que no me bastaba solamente la revista digital para darle un espacio a los creadores.

En mis propuestas de trabajo individuales —que son individuales y también han sido muy colectivas porque me involucro con los autores, mi obra está llena de participaciones de otros autores latinoamericanos— siempre me ha preocupado mucho generar esa voz, a pesar de tener mi propio proyecto. Hago poemas con códigos binarios y es mi proyecto como creadora. Es un proyecto que no tiene beca ni nada, pero es mi proyecto e invito a múltiples colegas para participar en ese proyecto. Yo podría haber hecho un libro de códigos binarios, con mis propios poemas y la verdad no ha sido mi interés. Por ejemplo, El poema del día es (que va para su tercera edición), siempre se convocan a otros autores a participar. Siempre me ha gustado darles ese espacio a los poetas que no han podido llegar a tener ese lugarcito, pero dentro de eso hay un trabajo atrás, hay una revisión. No es porque sea una persona noble voy a publicar a diestra y siniestra. No. Hay todo un protocolo también para llevar a los autores a la publicación.

Con todos los años que llevas en Querétaro, ¿cuál es el panorama cultural y editorial que percibes actualmente?

Bueno, pienso que la pandemia nos ha enfermado un poco. Y lo hablo desde mi lugar —desde la poesía—, veo una cierta enfermedad en la poesía queretana. Te lo cuento, porque acaso todos los poetas mayores que yo —estoy diciendo de 50, 60, para arriba—, todos están peleados unos con otros. Es una disputa entre ellos. Antes pasaba que si uno iba a una lectura no podía ver al otro, porque el otro estaba peleado con todos y si invitabas al otro, el otro no iba. Ahora lo que siento es que la pandemia nos ha dejado esa poca salud con la que gozamos en algún momento.

También no existe en este momento la crítica literaria en Querétaro. Nuestra única voz… Después de la muerte de Luis Alberto Arellano algo se terminó en Querétaro. Luis Arellano marcó un camino para nosotros. Creo que estamos creando mucho, pero no hay una crítica, una crítica contundente, una crítica real. En este sentido, veo un panorama muy disperso. Si te das cuenta hay muy pocas publicaciones. A decir verdad, no he visto nada nuevo que se esté llevando a cabo y, si se llevan a cabo, siempre son los mismos, las mismas invitadas. Y yo cuestiono todo. Soy una cuestionadora de esas cosas.

Desde un enfoque de género en el sector editorial queretano, ¿te parece que están existiendo cambios significativos en los últimos años, o sea, en las prácticas editoriales?

Sí y no. Es bueno lo que hemos buscado a lo largo de todo este tiempo para que existan ese tipo de cambios. Los cambios vienen por las minorías y creo que ha sido un cambio paulatino. Pero mientras que sigan los mismos funcionarios de siempre en los mismos lugares de siempre, no va a haber un cambio real. Porque hay una cierta cuadratez. Yo, por ejemplo, como una poeta lesbiana, no podía hablar ni de poesía lésbica o que está escrita por una lesbiana (que es diferente, yo siempre marco esas dos cosas). Ha sido muy difícil abrirme a un territorio tan cerrado como Querétaro, como lo es México en sí, en donde vivimos nuestra tradición judeocristiana, la adoración a la Virgen de Guadalupe y todas esas cosas con las que no estoy ajena. Sin embargo, esas cosas nos hecho tomar distancia en algún momento de cómo abrirnos. Pienso que llega un momento, en ese sentido, muy satisfactorio, no todo es malo, no todo está enfermo como lo digo.

Romina, ¿me podrías contar la breve historia de Ediciones El humo?

Claro que sí. Ediciones El humo nace en 2014 y de ahí no hemos parado en publicar. Me encargué de buscar estrictamente las voces que me interesaban; a esas personas que yo jamás había saludado más que una vez, que las vi leer, en YouTube o en algún espacio. En el caso de Yohanna Jaramillo, apenas yo la conocí a través de YouTube, le dije: Yohanna, necesito contactar con vos, ¿cómo puedo hacer para tener tu teléfono? La llamé a Tijuana y le dije: Quiero publicarte. Es el caso de mucha gente en donde yo directamente dije: Quiero publicar tu material, me interesa. Y justamente lo peculiar de todo esto es que yo no necesitaba tener contacto con ninguna de ellas, ninguno de ellos.

Ahora, ¿cómo publicamos? Invito siempre a 3 poetas que evalúan. Hay una larga lista de publicaciones en Ediciones El humo de gente para publicar, y estoy arrancando ahora con una brasileña que se llama Bruna Khalil Otero y con una traducción de Paula Abramo, excelente. Normalmente yo hacía tandas de 10 en 10, hacía colecciones teniendo en cuenta las características (por ejemplo, “Maquillaje cero” trata de poetas, de autoras locales nacidas entre el año 85 y 95). Siempre ha tenido parámetros para cada colección, una función, una necesidad de existir. No era como vamos a lanzar esto por lanzar. Siempre han estado los proyectos así, pensados para que tuvieran un sentido social, político sobre todas las cosas —porque la poesía es política—, hasta llegar a nuestros días, donde tenemos creo que 48 publicaciones.

Generalmente, ¿cómo planeas el diseño de una colección? Por ejemplo, pienso en las de “Maquillaje cero”, “Pasos hambrientos”, entre otras colecciones.

“Maquillaje cero” fue muy curioso porque yo no quería que fuera un artista plástico o un pintor el que entregara la portada, porque tenía la idea de que iban a ser mujeres nada más las que participaron en el proyecto. Pero bueno, lo dejamos con Gabriel Ojeda, un artista, él nos presentó un proyecto y las chicas lo aprobaron, o sea, las autoras. Porque cada autor en todas las publicaciones decide la tipografía, la portada. Aquí hay un trabajo en conjunto con el autor, la autora. Si hay un error dentro de una publicación es compartido. Porque la última revisión, el último toque lo da el autor. Yo siempre les digo: Miren todo. Porque siempre hay algo que se va, si querés algo estúpido, pero algo siempre se va. Como la edición normalmente es acompañada entre editora y autor o autora, el autor tiene la última palabra en todo.

“Maquillaje cero” fue exclusivamente diseñada, pensada, armada por las autoras, en ese momento, Ana Clara Muro, Janis Jacobo, Andrea de León (que falleció una semana antes de presentarse la obra, tristemente), Diana Durán. En fin, ha sido una colección de mujeres, de escritoras locales, de jóvenes que no tenían más que una publicación anterior y querían presentar un proyecto. Me gustaron las voces de Ana Clara y de todas las que están allí, se complementaba con todo lo que íbamos a decir en ese maquillaje cero, en ese decir: No necesitamos maquillaje para decir que somos mujeres, no necesitamos la falda. Tenía una implicación política el proyecto y el material se adaptaba a todo lo que habíamos pensado en conjunto y lo lanzamos.

¿Cómo has combinado tu quehacer editorial con la otra faceta como escritora y difusora?

Ha sido difícil, obviamente, como en todo lugar. Mujer, extranjera, en cuanto ganaba los premios acá todo el mundo, me insultaba, que venía a robarle a los mexicanos, a los queretanos. Hubo de todo. Además, una mujer que se salía del montón, una poeta lesbiana que tenía mucho para decir en su momento y que no lo decía, no lo alargaba porque tenía miedo y aun así me impuse. Pero siempre ustedes tienen un rockstar, un personaje en la literatura y en todo lugar, el que gana todas esas cosas y nunca observamos el trabajo realmente literario que puede haber detrás. Hay mucha gente que está escribiendo, pero hay gente que está escribiendo muy bien y que ni siquiera es reconocida. 

En mi caso, sentí en un momento que tenía algo —y esto es algo que hace muy poco lo reconocí, lo hablaba con otras críticas literarias de Ciudad de México—, algo que ha hecho que mi trabajo se mantuviera vigente, que soy multifacética: dibujando en máquina de escribir, haciendo animaciones como si fueran obras artesanales, sacando una pieza de Picasso para moverla, trayendo pinturas de…, no se me viene precisamente en este instante una imagen de alguien —será por los nervios—, pero trayendo pintura de los cincuenta, del siglo XVI y moverla como si fuera manualmente; trabajar horas y horas para mover un cuadro. Además de todo eso, trabajar con la música, con los instrumentos digitales, hacer audiopoemas, hacer poesía electrónica en todos los sentidos. Eso demostraba mi versatilidad, eso fue lo único que se podía rescatar; era la tipa haciendo poemas en un momento con códigos binarios, en código morse, en cualquier lenguaje que se te ocurriera. Yo estaba —y te das cuenta en mi Instagram— explorando todo el tiempo. La poesía me ha motivado a buscar otras cosas. Para ver las posibilidades del poema tuve que encontrar el poema en muchas partes. Fue algo duro en su momento y hermoso a la vez, porque me doy vuelta y digo: Tengo 1000 gifs publicando en todas las redes, o tal vez son 3000 (porque hasta donde yo había contado en 2018 eran 2000). ¿Cómo es que he sacado tantos libros digitales? ¡Caray! Poemas conceptuales que tal vez en ese momento no tuvieron una repercusión, porque hay cosas que no necesitan tener una repercusión y una poeta para hacer poeta, no necesita tener likes y esas cosas que a la gente le interesan.

Me di cuenta de que detrás de todo esto, la única barrera con la que yo tenía que luchar era con la mía. No había otros poetas con quién pelearme o con quién discutir o con quién hablar de poesía o a quién repudiarle por todos los eventos que hacen. Créeme, yo ya sé exactamente cuándo va a ser un evento alguien, yo sé, sin leer el cartel, quiénes van a ser los invitados o sé si alguien metió la mano en ese lugar. Sé cómo llevan de boca en boca a los autores y sé cómo los mueven. Lo conozco exactamente. Y eso, yo tan directa y frontal, no lo vas a poder encontrar dentro incluso de mis talleres de poesía, en donde jamás les he enseñado a vender porque no les puedo enseñar a vender sino más bien a ser poetas para abrir ventanas y otras ventanas. Ha sido así sencillamente por mi nivel político, porque sé en qué lugar de la banqueta estoy ubicada, no puedo estar codeándome con toda la gente. No puedo decirles sí a todos, no puedo pensar que todo es color de rosa tampoco, uno tiene que saber de qué lado o lugar político está.

De repente, por ejemplo, veo a poetas que van a mi lectura de poesía. La última vez que fui en noviembre del año pasado, un poeta estaba criticando a otro poeta —a un poeta queretano— y luego estaba codeándose con él. No lo comprendo, y encima la crítica fue pública, o sea, fue un poema público, una lectura pública. Y así lo han hecho los adolescentes, los jóvenes, los adultos y los más grandes. También no entiendo a periodistas culturales diciendo que son periodistas culturales, y repudiando mi trabajo porque no me hablan. ¿De qué se trata cuando hablamos de cultura, de arte? Hay periodistas culturales no queriendo hacer ni cubrir una nota de una presentación de una autora que fue publicada en Ediciones El humo. ¿Qué tipo de profesionalismo tenemos? ¿Están peleados conmigo o con la autora? ¿O no querés cubrir la nota porque viene de mi editorial? Hasta eso llegamos… En este sentido, es tremendamente importante tener posición en este lugar.

Romina, ¿cuál ha sido la experiencia más satisfactoria que has tenido en tu trayectoria poética y editorial?

Los premios, los reconocimientos, haber sido catalogada como la artista del año en Argentina en 2015. Imagínate lo importante para mí que en 2018 me incluyeran a una antología de poesía la electrónica que todo el mundo estaba esperando, vamos, que todo mundo estaba tratando de omitir. Fue para mí un golpe emocional tremendo cuando me enteré. He tenido otros momentos. Nidia Cuan es una tallerista y también docente de literatura en un pueblito de Oaxaca, y ella le preguntó a un adolescente de 13 años, qué era la poesía electrónica para él, y el jovencito le dijo: Sólo conozco la poesía electrónica a través de Romina, que lo hace con animaciones. Y esta docente de prepa me contactó para mostrarme ese pequeñito examen que había hecho. Esos son los premios que he tenido. No necesito el premio del Sistema Nacional de Creadores (que, por cierto, cuando me dieron el puesto como jurado en el año 2021, parece ser que yo pensé que iba a cambiar la historia de todas las becas del Sistema Nacional de Creadores y nunca pude cambiar, porque había otros dos jurados decidiendo a la par mía). Yo creo que he tenido momentos que no tienen nada que ver con los premios.

En esta casa —los mexicanos te dirán en tu casa, pero va a seguir siendo mi casa—, en este espacio mi trabajo consiste en algo: yo me siento en la computadora e interactúo con los pocos que quieran observar mi trabajo. La única forma en la que yo me acerqué al universo es a través de una computadora y obviamente también de las presentaciones del libro físicas que tuve que hacer (es cierto, hace bastante tiempo que me he negado a estar porque tengo un conflicto particular con respecto a las presentaciones). Fíjate, lo primero que hacen cuando se publica un libro: sacan la imagen del autor con el libro o están todos los que van a ver la presentación. Pero nos olvidamos de algo muy importante, que primero está la obra del autor, primero está la creación, después la imagen (ni siquiera cuenta el cuerpo ni quién los presente). Y cuando lo repudio, la gente se siente ofendida porque lo repudió abiertamente. Es más, no necesitamos ni siquiera hacer una presentación para el libro, el libro se presenta solo, el libro no tiene necesidad alguna. Bueno, soy amante de Nicanor Parra, no podría pensar de otra manera.

Hay muchas cosas que puedo hablar como premios para mí, más allá de un currículum. Al fin es llegar a esta edad y pensar que ha sido un trabajo arduo, un trabajo duro, un trabajo serio, un oficio serio. Créeme, yo soy la más orgullosa cuando escucho a los poetas en MP3, cuando veo Zona no verbal, cuando veo El poema del día es, cuando reviso Cadena de caracteres, o alguno de mis proyectos, digo: ¡Chin! Todo esto ha pasado. Ese es el premio, haber hecho todo eso.

Sobre los libros que has publicado, que son cerca de 50 según me has dicho, ¿cuáles son los principales canales de distribución? ¿Ferias, escuelas, tiendas…?

De todas las formas posibles. Aquí hay dos maneras nada más. La mayor distribución la hace el autor, no hay de otra. ¿Por qué? Porque el autor se lleva el 50% de los ejemplares. Teniendo en cuenta que, si en una presentación a mí me dan el 50% y yo vendí en esa presentación, por ejemplo, el 25% a mí me quedó el otro 25% para moverlo, para llevarlo a ferias, ferias independientes, a eventos independientes, a librerías, a escenarios donde yo conozco; esa es justamente la idea de que Ediciones El humo da el 50%. Por ley editorial, estamos obligados solamente a dar hasta el 20%, es decir, si alguien te quiere dar a vos, no sé, el 13% de la cantidad de ejemplares te lo va a dar, porque así marca la ley. Cuando yo me enteré de eso dije: No, eso es un insulto para el autor, yo debería de pagarle a mis autores. Pagarles con un cheque —te voy a decir poco—, $18000 a cada autor por publicar. Por eso mis autores no pagan en mi editorial. Desde un principio con Silvia Lira León hicimos un tiraje de 100 ejemplares, obviamente 50 le correspondían a ella, 50 a mí, se acabaron y volvimos a ser 100, 50 para ella y 50 para mí. Esa era lo única forma justa de pagarle a mi autora.

Entonces, el autor es el mayor promotor de su obra, el que más promueve, el que más vende, el que mayor capital se queda. Es más, en la presentación de la obra oficial que hacemos, las ganancias se las doy el 50% para el autor y el 50% para mí (y eso que tocan la parte proporcional a Ediciones El humo, la parte proporcional del autor queda intacta). ¿Y por qué hago esto? Porque soy una autora que piensa como autora local, regional, como escritora de multiuniverso, porque tengo esa sensibilidad, porque me encantaría que las editoriales grandes aprendieran de editoriales pequeñas, de nuestro trato al autor. Para mí es algo muy importante respetar la voluntad de nuestros autores, tanto en los colores, en la tipografía, en la fotografía. Yo he tenido la posibilidad de participar en publicaciones en Ecuador, Venezuela, Colombia, Argentina, México, creo que había una en Estados Unidos y España, pero a mí nunca ni siquiera me dijeron: Romi, ¿quieres que le pongamos a Arial 30 a tu nombre? Nunca nadie me preguntó… Yo trato a mis autores como realmente querría que las editoriales tuvieran el acercamiento conmigo.

Eso es muy interesante también para analizar: ¿Qué tipo de participación tienen los autores en nuestras editoriales? O sea, ¿vas a hacer una editorial comercial o una editorial de buenos trabajos? Partamos de ahí, si vas a hacer comercial, vas a pensar hay ciertas editoriales que están pensando a ver a quién publicar porque saben que son taquilleros y saben que no tienen pierde con esos autores. Pero si tocamos a Diana Galindo —por ejemplo, que por ahí viene la conexión contigo— me quedé con casi todos los ejemplares, y nos pasó con otras autoras que yo puedo citar, nos quedamos con los ejemplares. ¿Y qué hacía con ella? Que la publicamos y la calidad literaria nos tenían que importar. Primero les pregunto siempre a los chicos del taller, ¿qué clase de poeta quieren ser ustedes? Luego, ¿qué clase de editores quieren ser ustedes? ¿Qué clase de editoriales quieren ser ustedes? ¿Qué clase de autores quieren ser ustedes? Cuando tenemos esa respuesta, si yo quiero ser un editor, un poeta, una poeta que tenga fama y —como lo podrían llamar ustedes— popularidad y muchos likes, yo me estaría codeando con muchos poetas y estaría agarrando un cigarro de mariguana, estaría bebiendo, estaría haciendo cosas por convivir que no tienen nada que ver con el oficio. Porque, si recordamos a [Vicente] Huidobro, la primera labor que tiene el poeta es la creación, la segunda, la creación, y la tercera, la creación. Y no tienen absolutamente nada que ver muchas cosas que las vamos a hacer para publicar más rápido.

Fíjate vos, todos sabemos quiénes son los poetas taquilleros, sabemos a quién iríamos a buscar para publicar la primera obra, sabemos exactamente quién nos va a dejar dinero. Pero si nos vamos por eso, nos estamos olvidando de algo: que no necesariamente los poetas taquilleros sacan esa obra en particular y es buena. Puede que esos autores hayan tenido un golpe de suerte y hayan tenido una o dos obras que son valiosísimas, pero eso no significa que la que estás por publicar sea valiosa. Estás mirando vender… Agarra un trabajo de un autor que te interesa que se lea —que es diferente— y en la intención cambia todo. A mí me interesaba justamente que Diana pueda ser leída. Punto. No tengo una amistad con ella, no me interesa un diálogo con ella. A veces la he visto y listo. No me interesa codearme con ninguno de ellos, ni que me agradezcan en público, siempre en todo momento les digo, no me hablen, no me digan nada, no tienen nada que agradecer. Yo debería de ser la agradecida por jugarse la vida publicando en Ediciones El humo. Creo que por eso siempre voy a retomar lo mismo: hay que saber de qué lado estamos, de qué lado de la banqueta estamos ubicados y con eso marcamos la dirección para toda nuestra vida.

Y justamente pensando en tu sello editorial, ¿cuáles son los retos y desafíos que atraviesan las editoriales independientes en México y Argentina?

El reto más grande es el dinero. Yo supuestamente tengo COVID todavía, no sé si ya mañana el resultado diga lo contrario, pero para mí la pandemia fue una situación desgarradora psicológicamente. Ha sido un quiebre para mí tanto como una creadora individual, como una creadora colectiva y como una editora de proyectos. Ha sido replantearme muchas cosas y por la pandemia no quise publicar (apenas salieron dos o tres obras en los dos años). Fue para mí como no tener razón alguna para publicar. Y hubo una depresión que la siento en este momento como algo colectivo, sé que solamente me estaba pasando a mí. Quisimos hacer el encuentro de “Mujeres de pie” y las chicas todas están desanimadas.

Una de las cosas más duras que tiene que pasar una editorial es enfrentarse con problemas económicos. Punto. Una editorial independiente saca proyectos con sus propios medios. Veo a otras editoriales y tienen apoyos de alguien, eso no es independiente. Una editorial que sale con sus propios medios es terrible, porque yo, por ejemplo, tenía que juntar el dinero de las ventas una obra para lanzar la otra, juntarlo para la otra y para la otra. Es cierto que salía mayormente de mi bolsillo y no me importaba porque mi calidad de vida tal vez me lo permite. Lo que me importaba era que el autor estuviera feliz con su obra y que tuviéramos algo que narrar, que contar, que decirles a los que nos quieran leer. Punto.

Creo que la otra problemática es enfrentarse a tu público como editorial independiente. ¿Te quieren leer? No sos Planeta o Tierra Adentro. ¿Qué tanta validez tienes tú como editorial pequeña? Imagínate, alguna vez me dijeron algunos autores: Si no gano el premio, te mando la obra para vos, para que me lo publiques. Somos la segunda opción. Claro que tenemos obstáculos desde ya, pero los principales han sido, para mí, los económicos. Si yo pudiera publicar una lista a futuro —y estamos hablando de algo que no tengo—, publicaría a los treinta autores más que vinieran todos de un tirón.

El obstáculo más grande es no contar con el capital, no contar con una red de distribución buena, porque ya sabes que si no tenés ISBN no te lo quieren recibir. Si es un proyectito, no tienes cabida.

¿Cómo es tu relación con los editores de Querétaro?

Mi relación es sana. Por ejemplo, a Oliver [de Herring Publishers] lo adoro. No es un tipo con el que charle, no le he saludado hace como dos, tres años tal vez, pero lo adoro, lo respeto, es un tipo inquieto, inteligente. Con los demás, me pasa lo mismo. Respeto la labor que no es nada fácil. Pienso que esta labor te enseña a algo: si no vas a poder publicar un autor, no critiques lo que el editor hace con esfuerzos. Todo el mundo criticaba la obra de Duchamp, pero nadie se atrevió a hacer esa porquería porque todo el mundo dijo que era porquería. Él tuvo la inteligencia para hacer esa obra maravillosa mundialmente. Digo, si yo no puedo estar publicando libros a la altura de Oliver, lo mínimo que puedo hacer es respetar su trabajo —qué gran trabajo tiene—. Es un respeto al trabajo ajeno. Realmente es algo que lo vas aprendiendo. Yo decía: A ver, me critican por publicar algo, pero no son capaces de hacer ni eso. No son capaces ni siquiera de abrir un blog y sostenerlo. Ramsés, ¿sabes cuántas veces me he pasado viendo gente que abrió revistas digitales y no la pudieron ni sostener dos meses…? Porque para tener una revista (como es revista El humo o cualquier otro medio, mi pobre revista, como la quieras llamar), hay que tener —en mi caso— ovarios, que significa constancia, perseverancia, estar con el proyecto día a día. Revista El humo tiene desde el 2009 vida. Critica cuando puedas sostener un proyecto de esa magnitud.

Es un proyecto enorme. De hecho, ahí yo también colaboré con un ensayo hace mucho sobre Jorge Manrique.

Sí, lo recuerdo. Entonces, te decía, repudia algo que pueda estar a tu altura. ¿Sos capaz de sostener eso? De verdad, en el año 2015 se abrieron 68 revistas literarias digitales (entre blogs, WordPress y todas esas cosas), y 63 se fueron sin siquiera decir adiós, sin siquiera decir: “Hasta hoy terminamos nuestras labores. Gracias por participar a todos los autores, nos despedimos. Ha sido muy hermoso estar”. Por ejemplo, lo que pasó con El Periódico de las Señoras, y aún más allá de los percances que hayan tenido las señoras, el respeto por el público. “Hasta aquí llegamos nuestras labores, les agradecemos a nuestras autoras”. Se mataron tanto haciendo ensayos, Ramsés, ¿cómo para qué? ¿Dónde está todo ese archivo? Ahora, ya no lo encontras en línea. Es decir, un momento histórico literario hecho por mujeres que ya no está en las redes. O sea, tu labor de tantos años, matarte, traduciendo a las autoras, viendo el material, trayendo material, entrevista que aquí, que allá, se murió… Hay que tener ovarios para decir: Hice algo. Y hay que tener huevos para sostener un proyecto y por lo menos dar la cara y decir: “Chau, nos estamos yendo”.

Así abrían y cerraban editoriales digitales buenísimas. En un momento Ismael Velázquez Juárez sacó un proyecto (creo que se llamaba “Bongo book”). Yo los aplaudía. Yo decía: Yo quiero ser como ellos cuando sea grande. Qué bárbaro, Ismael; terrible; Ismael, impresionante, Ismael. Pero para lanzar solamente 3 publicaciones y cerrarlo. Fue muy lindo el intento, pero si no hay perseverancia y constancia, no tiene nada. Y si se te cayó el link o se rompió o algo, ¿dónde quedó ese trabajo de autor? Está terrible. A mí me preocupa mucho la vida de Revista El humo. Espero que en algún momento quede un archivo en algún otro lado o alguna cosa. Me preocupa mucho su dominio, que viva. Y no por mí, porque yo no he publicado mis poemas dentro de mi propio medio, es más, soy enemiga de que en Ediciones El humo, yo como autora, publique dentro de mi propio proyecto. Tanto la revista como la editorial tienen un parámetro al que he seguido: no está mi material, podes revisar revista El humo. Yo para eso tengo mi blog personal, para eso yo publico en otros medios, para eso yo tengo otras páginas en donde publicar. Pero me preocupa sostener ese material y que la gente pueda seguir leyéndolo ahí, a pesar de que hayan pasado dos millones de años. Sé que la web tampoco va a ser eterna (soy ingeniera en telecomunicaciones que está al tanto), falta un poquito para que se termine la nube.

Pero, en general, volviendo con todos los editores, claro que he tenido un diálogo con los jóvenes y con todos los de mi generación, una comunicación, una relación sana, respetuosa. Así.

En tu caso, ¿tienes alguna definición personal de la labor editorial que le haga justicia a esa concepción ovárica o de huevos, como decimos aquí en México?

Sí, es una actividad subversiva, de resistencia, la poesía es una actividad de resistencia. Fíjate, yo que hablo de “Maquillaje cero”, no sé de la existencia de muchas autoras ¿Qué pasó…? ¿O éramos poetas en un determinado momento? ¿Qué pasó con la vida de los poetas? ¿Dónde se marcharon? Conozco poetas que publicaron una sola obra y nunca más la volví a ver en mi vida. No supe nunca nada más de ellos, de ellas, ¿qué pasó con ellos? Después el tiempo te demuestra quiénes realmente querían estar en este camino, cómo realmente querían llegar a este camino y te vas dando vuelta, por todo esto, las mismas personas, las mismas voces, que están ahí latentes, permanentes y cuestionar esa constancia no es cuestionable, es envidiable, es saber que Ana Clara Muro, por ejemplo —y no es de mis poetas favoritas, pero sí interesante—, tiene una constancia, una trayectoria, una vigencia. Es eso lo que importa. Al fin y al cabo, no existir por existir, no vivir por vivir, sino que hay una labor que te hace decir: Esta tipa es seria en lo suyo; no estábamos jugando, no nos estábamos haciendo pasar de poeta y nada más. No. Hubo una labor bastante seria. Y veo a otros muy apresurados por ir a un lugar y veo que se les ha acabado la voz, quizás no saben qué hacer, que ya no se han podido reinventar, porque quieren estar en todo y ya no pueden estar en todo. Es necesario a veces una pausa, respirar profundo y volver a reinventarse. Bueno, he visto afortunadamente de todo.

Desde tu experiencia, ¿quiénes son los poetas más subversivos de México y Argentina?

Son muchos. Elena Anníbali, por ejemplo, una gran poeta argentina, subversiva. Estoy nombrando no al azar, sino pensado. En México, sigo admirando las voces de ciertas, de ciertos poetas, me gusta mucho Rosario Loperena. Hay voces que siguen estando muy firmes, muy ecuánimes, como Carla Faesler. Hay diversos poetas en este territorio, voces que necesitan seguir contándonos. Y sí, la verdad que muchas han hecho labores de editoras.

¿Y qué proyectos editoriales vienen a futuro?

Ahora viene Osvaldo le pide a Tarsila que lave sus calzoncillos es una obra, la mejor (mejor en calidad literaria me refiero), que a través de los poemas sonoros se la conoció y quieren conocerla más y están esperando que se publique esa obra, ya no tardamos en sacarla. Luego, viene Mauro Gatica Salamanca, viene un queretano de acá que se llama Rodrigo, que está viviendo en Buenos Aires. Vienen muchas publicaciones, la verdad.

Me gustaría terminar esta entrevista con un juego de asociación libre, te diré una serie de palabras y te voy a pedir si me puedes responder con una sola palabra. ¿Te parece?

Poesía: Sublime

Libro: Subversivo

Vida: Felicidad 

Taller literario: Gloria

Imprenta: Necesarias

Muerte: Inminente

Cultura: Necesaria

Internet: Mundos

Amistad: Fortuna.

Redacción
proyectosaltapatras@gmail.com

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