Fotografía: David Álvarez


Hablar de familias cannábicas implica comprender las distintas formas de vincularse a través de la planta; dejar de lado prejuicios y estereotipos para ampliar la visión de lo que implica la cultura de la marihuana, donde mujeres, personas de la tercera edad, con padecimientos crónicos, mascotas e infancias se ven involucradas.

En Querétaro, hablar al respecto es un asunto que genera controversia, principalmente si se piensa en un estado de costumbres arraigadas a lo tradicional, y que, sin embargo, encuentra en sus distintos rincones a una población consumidora, que muchas veces se ve en la necesidad de ocultarase ante la crítica social.

Y no solo se habla de un consumo relacionado a la combustión, de prender un porro, darse un pipazo o en bong, entre otros, sino de una planta que tiene muchas posibilidades como ungüentos, aceites, lubricantes, alimentos o su versión en CBD (cannabidiol), un componente no psicoactivo en la planta de cannabis.

«Tenemos detrás un estereotiopo de que el cannabis es malo», afirmó Alma Alcántara, quien dirige su propio negocio de cannabis medicinal, Alma Kózmica: «Debemos educar a la gente, pues la comunidad cannábica no son solo los batos que fuman recreativamente, somos todos, y no solo salimos a marchar, salimos a trabajar».

La crianza y la marihuana

Alma Alcántara lleva cerca de 11 años consumiendo cannabis. «No funciono chido si no tengo mota porque soy maniaco depresiva», afirma, quien refiere que debido a esta situación debería consumir medicamento psiquiátrico, algo que durante un año realizó, dejando su consumo de marihuana: «y ese año fue la vez que más me quise suicidar».

Con tres hijos, asumió la responsabilidad de su consumo al hablar claramente sobre ello; con su hijo mayor lo hizo cuando él tenía seis años, ahora tiene 14. «Mis hijos siempre han tenido el contexto desde pequeños de lo que es el cannabis… Hace tiempo vivíamos en Las Palomas, una colonia culera, y mi hijo se metió corriendo de que no fuéramos para tal lugar porque había marihuanos, y yo traía un porro en la mano».

A partir de ahí, decidió que tenía que contarlo abiertamente: «yo me escondía cuando me echaba mis toques, pero luego me abrí porque tuve una relación con una persona, que en su familia era muy normalizada la mota; su mamá y su abuela le quitaban la marihuana y la ponían en alcohol para hacer ungüentos, entonces se me mostró que el cannabis era algo normal y después de lo de mi hijo pensamos que él tenía que entender que lo que esos morritos se metían era mona, y saber la diferencia».

Ella le mostró que el consumir marihuana se distanciaba de otros consumos como de «cristal» o «piedra», al menos de quienes en esa colonia lo hacían y a la vez delinquían: «queríamos que viera la diferencia entre lo que hacían ellos, que además robaban, y los marihuanos, y que no nos etiquetara».

Sin embargo, no han sido pocos los problemas respecto a ese consumo y la crianza, donde señaló ha tenido rencillas con vecinos, autoridades escolares y padres de familia, incluso su propia familia: «él (su hijo) se peleaba en la primaria, que si la mota era mala o bueno, pero como le habíamos dicho todo lo que habría que saber de la planta se defendía en clases; una vez me llamaron de la escuela por ello y de mi parte nunca se los he escondido».

Otras formas de familia

Irma y Enrique son una pareja que ha decidido no tener hijos y construir otro tipo de relación, con perros y plantas en su entorno como parte de su familia. «Nosotros no queremos hijos. Nosotros hemos estado con nuestros perros y eso es algo que tenemos muy en claro», indicó Irma, para luego explicar que conoció sobre el cannabis gracias a Enrique.

Ella es consumidora de CBD, y junto a Enrique, quien sí consume cannabis fumada desde hace 18 años, han proporcionado esta manera no psicoativa de la marihuana incluso para sus perros, sobre todo cuando salen de viaje: «nuestras vacaciones son consideradas con ellos; tenemos perros grandes y tienen un consumo de CBD continuo, pero lo incrementamos para viajar».

Comprender la diversidad de familias en torno a la marihuana es, precisamente, parte de los retos que estas agrupaciones, asociaciones, consumidores en general, apuntan para un ejercicio crítico. Enrique, por ejemplo, señaló que siempre tuvo la libertad de platicar sobre su consumo con su madre, quien en un principio rechazó esta práctica, para terminar consumiéndola por tema de salud.

«Durante mucho tiempo no lo aceptaba, y al final terminó consumiendo. Ella falleció de cáncer y cirrosis, entonces no habia ninguna forma de tratar las enfermedades y lo único que adaptamos como método para la enfermedad fue la marihuana; consumía para el dolor de estómago, pues eso se lo quitaba, ya que tampoco podía consumir medicamento».

En su núcleo familiar, de su madre, él y su hermano, no tuvieron mayores repercusiones sobre su consumo, siendo una decisión entre las partes: «entre los tres decidimos. Mi hermano no es consumidor, pero al ver el beneficio dijo «no puede empeorar», y pensó que si a ella eso le hace bien y además quiere, pues que lo haga».

Familias cannábicas en Querétaro

En Querétaro, si bien no existe una agrupación específica acerca de las familias vinculadas al cannabis han habido esfuerzos y se ha puesto el tema sobre la mesa. Con anterioridad se llevó a cabo la primera plática de familias y el cannabis, donde se reflexionó al respecto, lo que ha dado pauta a repensar en ello.

«Va una reunión que se hace, pero somos muchas personas las implicadas; el Ojo Yonki que nos ayudó a grabar, Alejandra Cano que nos ayuda con los bazares, con otros espacios también tenemos relación; somos muchas, diferentes grupos, espacios, encuentros. Mi comunidad, con las femipachecas, es un grupo que nos juntamos 32; somos 35 emprendedoras en bazares y de maternidades cannábicas somos 15 mujeres», refirió Alma Alcántara.

Asimismo, mencionó la importancia de abrir las comunidades cannábicas no solo al ámbito de la combustión y el alcohol, algo común en los encuentros, sino para mujeres e infancias, para toda persona que ha necesitado, le gusta y requiere de este consumo, pues la idea es conformar una idea de familia distinta, bajo otra percepción sobre el consumo de esta planta.

«Nosotros somos familias cannábicas, y no solo somos padre y madre, somos perro, perico, gato, plantas… Somos todos».

David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

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