Fotografía: Ana Karina Vázquez


Una vez, en un museo, bromeaba con que mi cuerpo de senos pequeños para los estándares actuales, mis caderas anchas y piel amarillenta se parecía a los que estaban pintados y colgaban de las paredes. La escritora Gabriela Wiener se vio reflejada en un museo de antropología en el que se exhibían figurillas de barro marrón, del color de su piel, en estantes brillantes y parisinos.

Su libro “Huaco Retrato” cuestiona el origen paterno, uno similar en el territorio latinoamericano, en el que el padre, la patria, tiene una conexión directa con el colonialismo y los orígenes maternos tienden cada vez más a desdibujarse. Desde la foto del pariente Charles Wiener, Gabriela dibuja un paralelismo entre la colonización del deseo y del territorio. 

El paralelismo en las historias de los países latinoamericanos es abundante, desde los hijos de la chingada, que somos los mexicanos, como nos autodenominó el rancio Nobel, Octavio Paz, hasta el sur chileno, argentino, uruguayo y el centro colombiano, venezolano, guatemalteco y, por supuesto, también Perú.  

Regresen el oro

“Cada vez que entro a sitios como este tengo que resistir las ganas de reclamarlo todo como mío y pedir que me lo devuelvan en nombre del Estado peruano”, dice Wiener en las primeras páginas de su libro. 

Wiener, el mismo apellido del casi descubridor del Machu Picchu, casi, pero no llegó. El explorador austriaco que nunca llegó, que hizo historia a medias, es un pariente directo de la escritora, del que solo conserva el apellido y no los rasgos. Los rasgos son maternos y anónimos, como tantas madres indígenas latinoamericanas, convertidas en madres por una historia de dudoso (si no es que nulo) consentimiento durante el periodo colonial. 

La historia del extractivismo no se limita a los recursos naturales, sino también a los culturales y las exhibiciones de los museos europeos son un ejemplo de ello. “Huaco”, es el nombre que los peruanos le dan a las figurillas prehispánicas extraídas o robadas para deleite y exhibición de una cultura que no se logra comprender y que se asume como folclor, por ser distinta de lo occidental. 

Para Wiener, “de ahí que huaquear sea una forma de violencia: convierte fragmentos de historia en propiedad privada para el atrezo y decoración de un ego”. Latinoamérica se vuelve interesante para guardarla en un museo mientras que para lo que sirve es para instalar fábricas y extraer agua, litio, petróleo y hasta sol, con la vanguardia de las tecnologías renovables. Como si todo eso, incluso el sol, no fuera también a acabarse en algún momento.  

El recuerdo de lo paterno y el enigma de lo materno. El enigma y la sumisión forzada, tanto en el comportamiento, como en la anulación identitaria, como en la resignación ante las evidentes infidelidades. 

La historia de Wiener, la mujer, la escritora, la cronista peruana que ahora vive en España, como una suerte de intención inversa de apropiarse del territorio para encarnar la idea de ser ciudadana del mundo, se enlaza también a través de su deseo. Gabriela Wiener vive en un matrimonio poliamoroso y, aunque ha leído y leído la teoría de lo que implica, también es honesta con sus complicaciones, sus dudas y con la realidad innegable de que el deseo no se agota, incluso entre y fuera de los tres. 

La muerte de su padre, amoroso y presente la lleva de vuelta a su natal Perú y es donde inicia la búsqueda de ese hombre Wiener que les dejó su apellido, aunque su injerencia en la crianza de la familia de Gabriela fue más bien ausente. El tipo explorador, aventurero y un tanto apátrida, el que no llegó a “descubrir” la maravilla que es Machu Picchu, se portó como lo hicieron la mayoría de los europeos de aquel entonces y unos cuantos de ahora en estas tierras. Incluso se llevó a un niño indígena con la intención de “civilizarlo”. 

El colonialismo del deseo en la monogamia, la tentación va en paralelo al relato de la investigación sobre Charles Wiener. La autora muestra, a través de su historia familiar y de la esperanza y no tanto, de lo que su forma de vida puede representar con la finalidad de evitar el dolor. En alguna ocasión, le leí o le escuché que, si bien, es posible ver al poliamor como una solución a las traiciones, jamás se atrevería a promoverlo, porque su experiencia es eso, suya.  

A pesar de la “otra” familia de su padre fallecido en Perú, Gabriela no lo ve siempre infiel, con recelo, sino con duda y con amor: “…la brecha entre su compromiso público y la ética de su intimidad, el no haber podido ser tan bolchevique en el amor como en la política”.

¿Será la duda inherente al amor? ¿Cómo recordamos a nuestros predecesores? Tampoco lo idealiza por haber muerto y lo mismo hace con el pariente más lejano de su lado, el casi descubridor. 

Repensar nuestro lugar en el mundo a partir de dónde venimos, conocer lo que nos enjaretaron como herencia en los modos de sentir y nuestra posición a partir de ello involucra tanto al deseo, como a los territorios. «Huaco Retrato» es un statement de la mirada que se sale del pasillo de exhibición, de la figurilla de artesanía prehispánica que cobra vida, voz y ejerce voluntad propia. 

Ana Karina Vázquez
akarina.vb@gmail.com
Periodista de la generación del fin del mundo. Hija de la crisis y de la incertidumbre. Tengo muchas pasiones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *