Fotografía: César Gómez


De la música, al lienzo y finalmente a la dermis, Samantha Ache muestra su creatividad a través de la estética japonesa combinada con la gráfica moderna. Desde su perspectiva, el tatuaje va más allá de ser un adorno, es una extensión de la propia identidad, una pieza con valor económico y sentimental, una expresión de cuidado hacia la propia piel. 

«Creo que la personalidad y la manera en que nos mostramos hacia nosotros, desde cómo te sientes, el cabello, cómo te arreglas, la ropa, que si usas ese color, pues también dice mucho de ti a los otros», explicó. «Lo mismo con el tatuaje, o sea, qué le dices tú a las otras personas tanto si tienes tatuajes a negro, a color, grandes, pequeños. Creo que ahora la personalidad o lo que queremos mostrar, somos más libres en ese sentido en elegir cómo queremos que los demás nos perciban. […] Y mientras más me voy adentrando en el mundo del tatuaje, mientras más veo a la gente tatuada, ahora es difícil concebir a alguien sin un tatuaje, es como, ¿cómo no quieres mostrar algo de quién eres tú o de qué te gusta, en tu piel?».

El arte en cualquiera de sus expresiones forma parte de la vida de Ache, artista originaria de Tampico. Aunque comenzó sus estudios desde los 15 años en la Facultad de Música de Xalapa y a los 20 años cursó Artes Visuales en la Facultad de Artes, también de Xalapa, su recorrido artístico se fortaleció fuera de la academia. En aulas ajenas a la universidad aprendió a pintar y alimentó su curiosidad por el mundo de la tinta y la piel. Sus amistades, inmersas ya en el tatuaje, la incentivaron a probar este nuevo estilo y desafiar su creatividad.

«A la par de que mi mejor amiga tatuaba, ella me enseñaba muchos tatuadores con trabajos impresionantes que yo decía: ¿cómo se puede hacer esto (pintura en lienzo) en la piel? […] Se me hacía otro tipo de lienzo, ¿qué tanto se puede hacer con las limitantes que tiene el lienzo que es la piel viva?».

En 2020, poco antes de la pandemia, Samantha decidió establecerse en territorio queretano. Para ella, además de su ubicación geográfica, el estado representa un entorno culturalmente enriquecido, lleno de artistas cuya trayectoria admira y un mercado propicio para ofertar su trabajo como tatuadora y pintora. Llegó con una serie de lienzos y la idea de continuar pintando profesionalmente, pero el tatuaje se convirtió en otro medio para desembocar su pasión artística y también en una fuente de ingresos: «mucha gente me empezó a buscar y ahí fue donde lo empecé a tomar con mayor seriedad».

En cuanto a estética y técnicas, el tatuaje y la pintura difieren, pero la formalidad del dibujo, la calidad de líneas y colores que agrega, el contraste, el volumen, son características que están presentes en ambos trabajos. No importa el formato, el color es parte integral de Samantha Ache: «Creo que a pesar de que en pintura se puede ver algo diferente que en el tatuaje, se congregan en que siempre hay mucho, mucho, mucho color. Me gusta que vibre mucho el color». A diferencia del estilo japonés tradicional, caracterizado por una paleta de colores limitada, al igual que muchas otras pautas para elaborarlo, el neo japonés presenta una mayor libertad creativa con líneas firmes, menos detalles minuciosos y colores vibrantes en los diseños. 

«La pintura es muy noble. La pintura te permite equivocarte, te permite meter un elemento y quitarlo, y en el tatuaje no puedes trabajar de esa manera. En el tatuaje tienes que ir poniendo todo como va y de la manera más limpia, y con el tiempo más exacto para no lastimar la piel. Estás trabajando con un elemento vivo, un elemento que se va a mover una persona que está sintiendo».

La transición entre trabajar en tela y la dermis tuvo un impacto significativo no sólo en las técnicas de Ache, sino en su estilo. «Yo vengo del realismo y pasar al japonés es caricaturizar, animar, hacer más dibujo, más ilustración». Su quehacer artístico amplió su repertorio y marcó una nueva dirección en su labor como tatuadora. «Era algo que yo no me había animado mucho hacer […] siempre me había gustado el japonés y sí lo hacía, pero nunca seriamente».

A pesar de que su plan de vida inicial era dedicarse por completo a la pintura, el tatuaje se adueñó de gran parte de su tiempo y atención. «Mi idea de la vida era ser pintora, o sea, pintora de tiempo completo». Sin embargo, a través de clases y cursos que ofrece, como talleres de anatomía, color, técnicas y muchos otros temas, la pintura mantiene su presencia en su día a día. 

«Toda mi vida ha sido ganar el arte y vivir del arte». La libertad creativa y de horario, la posibilidad de reunirse con otros artistas y la capacidad de establecer el valor de su trabajo y esfuerzo son aspectos que facilitan el equilibrio de su dedicación tanto al tatuaje como a la pintura. Ahora, después de un hiatus, trabaja en una nueva serie.

Arte, aprendizaje y pinceladas

Peluches, juguetes y arquetipos de personajes femeninos de varias historias son elementos principales de la nueva serie de Ache. Hasta el momento ha creado tres de las cinco piezas planeadas: Ofelia, La Bella Durmiente y Alicia, que son el resultado de su deseo por retomar la pintura. 

Esta colección se adentra en la estética barroca, caracterizada por su profusión de elementos y una perspectiva piramidal que crea una ilusión óptica de riqueza visual con múltiples detalles dentro de la obra. Su intención es tomar figuras femeninas emblemáticas de historias populares, identificar componentes icónicos de éstas, como las orejas del conejo blanco de Alicia, y dejar que el público las reinterprete a partir de una lectura más estética, así «yo pongo el nombre y la demás gente termina la historia».

A lo largo de su carrera, la artista tamaulipeca ha transformado su enfoque artístico. Inicialmente, debido a su formación, su visión “academicista” influía en su trabajo y poco a poco, en parte gracias al ejercicio del tatuaje, exploró otras ramas que propiciaron la diversificación de su panorama. «Es un avance bastante personal, tiene que ver mucho con cómo creces y cómo cambias tú en tu vida y eso se debe también a las experiencias de vida que he tenido».

Esta serie, provisionalmente titulada Dolls, representa una innovación en su estilo tradicional, que solía centrarse en un sólo objeto o individuo. Ahora, a través de estos cuadros, se sumerge en un estilo más compositivo y estético en el que combina juguetes, las protagonistas y referencias estéticas del cosplay.

La evolución de Samantha no se limita a su expresión artística, también abarca su crecimiento personal. «Cuando estaba más chica, como que uno siempre quiere llegar a ser el mejor en algo, ¿no?», reflexionó. «Conforme vas avanzando te das cuenta que quieres ser el mejor en este día».

A medida que avanza en su camino, Samantha reconoce su deseo de continuar experimentando y enfrentarse a nuevos desafíos artísticos. «Quiero luchar contra mí misma, hacer lo mejor para mí y no tanto para demostrar a los otros». De acuerdo con Ache, el arte, sea en cualquier estilo que decida crear, debe compartirse: «Con el tiempo me he dado cuenta que lo que me gusta es compartir y aprender, y creo que el tatuaje y la pintura me lo permiten».

Michelle Ramos
astrid.ragoz29@outlook.com
Periodista. Quiero compartir historias no dichas, aquellas que deben ser desentrañadas. Las letras forman parte de mi vida.

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