Fotografía: César Gómez
Un ramo de flores blancas posa sobre la base de cemento y piedra que sostiene una cruz de madera. Hace días, Alejandro talló con sus manos ese símbolo, que para las familias de personas desaparecidas, significa esperanza y memoria.
Debajo de la cruz también hay pétalos de rosas y una veladora. Yadira González, fundadora del colectivo de búsqueda Desaparecidos Querétaro, escribe sobre el cemento fresco: «19 de julio del 2024, hasta encontrarles».
Estamos en la comunidad de Santa Bárbara la Cueva, en el municipio de San Juan del Río, Querétaro. Alrededor de Yadira, familiares de Sebastián Arteaga Cruz, desaparecido el 23 de febrero del 2023 en San Sebastián de la Barranca Norte y hallado hace un mes, en este mismo predio, acompañan el acto; también hay otras familias que buscan a sus seres queridos, periodistas locales, observadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y agentes de la Guardia Nacional que resguardan el sitio.
A unos metros hacia abajo, una retroexcavadora termina los últimos trabajos para tapar los huecos de tierra que se hicieron en la búsqueda de hoy. El sonido de aquella maquinaria se mezcla con las consignas de protestas y con las oraciones que acompañan una ceremonia ecuménica.
«Es una forma de regresar tranquilidad a las personas que fueron halladas en este sitio, que es un sitio de terror, de enterramientos clandestinos», dice Yadira minutos después.
Hace tres meses, el 20 de abril, fue el primer hallazgo de las jornadas de búsqueda que comenzaron los colectivos en esta comunidad. Días después, se identificó que el cuerpo correspondía a José Luis López Ángeles de 45 años, originario de la comunidad de El Rodeo, ubicada a 21 kilómetros de aquí. La última vez que se le vio fue el 10 de marzo, en esa misma zona.
Su madre lo buscaba y lo encontró cuando el colectivo de Yadira subió a su página de Facebook fotos de la vestimenta que portaba José Luis: un pantalón de mezclilla con un cinturón y una chamarra color azul marino con cuadritos rojos y azules.
Pero para que José Luis pudiera regresar a casa, antes ocurrieron otras cosas. Todo inició el año pasado, cuando Manuel, nombre cambiado por seguridad, encontró un cuerpo sin vida en ese predio. Tras avisarle a la Fiscalía General del Estado del hallazgo, la institución realizó la exhumación correspondiente, no sin antes golpear a Manuel y acusarlo por ese crimen.
Manuel estaba ahí porque también buscaba a su ser querido. Pero lo hacía en solitario, sin ningún acompañamiento ni recurso, hasta que conoció a Yadira y a los colectivos. De ese cuerpo no se sabe mucho, sólo que fue regresado con su familia y que le apodaban “El Flaquita”.
Por aquel indicio de Manuel, los colectivos iniciaron las búsquedas en campo en esta zona. Hasta que encontraron el cuerpo de José Luis, el primer hallazgo de las familias, pero la segunda fosa en ese predio; y por último, localizaron a Sebastián, en la tercera fosa clandestina en este terreno.
Después de ello, los trabajos continuaron hasta hoy; sin embargo, con la colocación del memorial, los trabajos se pausarán algunos meses.
Pero Yadira González Hernández aclara que no son las únicas búsquedas que han realizado en la entidad, en la cual se reportan 583 personas desaparecidas y no localizadas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO); tampoco son los únicos hallazgos de fosas clandestinas.
Aunque los trabajos de búsqueda que Yadira y el colectivo han hecho datan del 2006, tras la desaparición de su hermano Juan González Hernández, desde hace cuatro años, Desaparecidos Querétaro comenzó las labores de búsqueda en La Barranca de los Zúñiga o también llamada Barranca de Cocheros, en el pueblo de Puertas Alegría, perteneciente a San Juan del Río.
En ese sitio, han encontrado otros positivos en la barranca; no son cuerpos enteros, pero sí fragmentos óseos. En total, 16.
“Es un sitio enorme. Continuamente están yendo a dejar a nuestra gente [depositar cuerpos] y eso lo hemos estado haciendo cada cierto tiempo. Y todas las veces que nosotros hemos trabajado en Barranca de Cocheros hemos encontrado restos óseos. El problema de la forma de trabajo de la barranca es que están desarticulados, no podría decirte cuántas personas son, pero sí todos los restos pertenecen a diferentes personas».
Ahora las familias están aquí para resignificar los entierros clandestinos que han descubierto los últimos meses y devolverle a la tierra la dignidad y que sea un sitio de naturaleza.
“Necesitamos que este sitio de terror se vuelva a lo que realmente es: un sitio de naturaleza, de un lugar de trabajo y de dignidad, de divulgar la lucha y el día a día del campesino y sus comunidades. Queremos que entienda la sociedad que estos lugares no deberían existir. Que son lugares normales, en donde nuestros niños podrían salir a jugar”.
Para las familias la colocación de esta cruz también también es una acto de memoria y unificación:
“Bendecir la tierra para regresar la paz a las personas que están aquí, pero también para llamar a la sociedad a la unificación de esas almas y de decirle a la criminalidad y a los grupos delincuenciales que no buscamos la justicia, no buscamos al culpable, sino que exista la paz”.