Fotografía: César Gómez


El Cerro del Sangremal, en las faldas del cual se encuentra San Francisquito, se revela como un punto crucial en la historia de Querétaro.

En este lugar, el investigador José Gerardo Bohórquez Molina ha trazado una línea directa entre la antigua leyenda y la configuración actual de la ciudad.

El Cerro del Sangremal y el área circundante, que incluye La Cruz y San Francisquito, no siempre fueron lo que son hoy. En tiempos pasados, la zona estaba unida sin la actual Avenida Zaragoza.

“Estamos en las faldas del Cerro del Sangremal, donde están La Cruz y San Francisquito, que por cierto estaban unidos. No existía Avenida Zaragoza; era una unión del mismo cerro».

La geografía del lugar era una extensión continua del cerro, y para Bohórquez Molina, este detalle es esencial. En su interpretación, el Sangremal no es solo una referencia geográfica sino también un símbolo del inicio de Querétaro.

Bohórquez Molina describe cómo el Cerro del Sangremal está asociado con una leyenda de resistencia. Según esta leyenda, en este sitio se presentó una especie de enfrentamiento entre los otomíes y los frailes.

La leyenda no solo habla de una lucha de poder, sino de un acto simbólico donde se hace presente Santiago Apóstol. Este contexto mitológico resalta la importancia del lugar en la narrativa histórica de Querétaro.

San Francisquito, ubicado en el corazón del Cerro del Sangremal, juega un papel central en la historia indígena de la región. Bohórquez Molina explica que San Francisquito fue el primer lugar donde se reunió a los indígenas para la evangelización.

Este sitio no solo marcó el inicio de la influencia europea en la región, sino que también representó un punto de encuentro entre diferentes grupos indígenas como chichimecas, otomíes y mazehuales.

La primera congregación en San Francisquito no solo tenía un objetivo religioso, sino también uno de control y organización. “San Francisquito fue la primera congregación indígena aquí en Querétaro. Los juntaban a los indígenas para que aquí los evangelicen y los tengan ‘atados’”, señala Bohórquez Molina.

La congregación fue el primer paso en la imposición de nuevas estructuras sociales y religiosas en la región.

El investigador no pasa por alto la situación de los pueblos indígenas a lo largo de los siglos. Resalta la continua subordinación y marginación que han enfrentado los indígenas desde hace más de 500 años. Esta reflexión sobre la historia subraya la resistencia y la presencia constante de las comunidades indígenas en la región, a pesar de los intentos por subyugarlas.

“Desafortunadamente, la negación, no de ahora, de 500 años en que siempre han quedado los indígenas subordinados, oprimidos, descartados…»

David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

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