Fotografía: Laura Santos


En un taller de Querétaro, entre hornos construidos por generaciones y moldes rescatados del pasado, Sergio Flores y César Rodríguez lideran el Colectivo Tentákulo, un proyecto que combina nostalgia, arte y diseño.

Este colectivo no solo crea juguetes de colección y piezas de sofubi, sino que también reivindica el material y las técnicas tradicionales de fabricación en México, buscando darle al juguete un nuevo significado.

Sergio y César provienen de mundos opuestos. Sergio, con un pasado en oficinas bancarias, encontró en un accidente que lo dejó en silla de ruedas el tiempo para redescubrir su amor por los juguetes de su infancia.

Por su parte, César, con raíces en una familia que lleva décadas en la industria del juguete, aporta el conocimiento técnico y la conexión con el legado de su abuelo, quien estableció una fábrica de juguetes en los años setenta.

La unión de ambos fue casi accidental. Sergio, en su búsqueda por coleccionar y customizar figuras vintage, conoció a César en un evento de coleccionismo. “Yo ya traía el proyecto de Colectivo Tentákulo, pero necesitábamos consolidar ideas. César llegó con toda la experiencia de su familia y transformó lo que hacíamos”, explica Sergio.

El Colectivo Tentákulo nació oficialmente en 2021, con el objetivo de crear juguetes originales que combinen el arte y la funcionalidad. Su primera pieza, «Ungido», es un ejemplo de su evolución. Diseñada para ser resistente y estable, representa el aprendizaje acumulado en años de ensayo y error.

Además de Sergio y César, el equipo del Colectivo Tentákulo lo integran Santiago Flores, Alejandro Rangel, Eduardo Verdi, Martín Castro y Rafael Bravo.

“El diseño del Ungido fue un parteaguas, porque fue nuestra primera pieza de vinil mexicano, una mezcla de creatividad y respeto a nuestras raíces”, comenta César.

El vinil mexicano, o «mexafubi», juega un papel central en su producción. Este material, históricamente asociado con juguetes económicos o también conocidos como «piñateros» o «piratas», ha sido reivindicado por creadores como Tentákulo. “Es un material noble, flexible y duradero. Lo que antes se veía como algo de poca calidad ahora lo usamos para piezas de arte”, explica Sergio.

En su taller, rodeados de moldes antiguos y nuevas ideas, el colectivo produce juguetes para coleccionistas y para otros artistas. Sus precios varían desde los 100 hasta los 5,000 pesos, dependiendo de la intervención artística y el diseño.

Aunque no viven de este proyecto, ambos coinciden en que es una pasión que se sostiene por sí sola. “No estamos en números rojos, pero tampoco vivimos de esto. Lo hacemos porque amamos el proceso creativo y porque hay una comunidad que valora lo que hacemos”, asegura Sergio.

El Colectivo Tentákulo es más que una fábrica de juguetes; es un movimiento que conecta generaciones y explora la relación entre arte y diversión. Su trabajo, aunque aún en crecimiento, ha comenzado a destacar en el ámbito nacional, especialmente por la recuperación de técnicas tradicionales y su apuesta por piezas originales.

En mayo pasado, presentaron una exposición dedicada al «Ungido» en el Centro de Arte Emergente de Querétaro, consolidando su lugar como referentes en la escena del art toy mexicano. Para Sergio y César, cada pieza no solo cuenta una historia, sino que también representa un tentáculo que se extiende hacia el futuro del coleccionismo.

David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

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