Fotografía: Laura Santos


En Querétaro, donde la modernidad y el pasado comparten un espacio tenso y donde las plazas comerciales se elevan como templos del consumo frente a callejones donde el eco de una guitarra puede ser la última resistencia cultural, El Callejón Blues Band cumple 30 años.

Esta es la crónica de un tiempo encapsulado en el pulso del blues, un género que, en palabras de los propios músicos, nunca estuvo en boga pero siempre tuvo sentido.

Todo inició en 1992, en el barrio de Hércules, un espacio que aún respira los resquicios de un Querétaro industrializado. «Nosotros contamos el nacimiento de la banda en 1994 porque fue cuando cuajó la idea», dice José María Cabrera, bajista y voz de la banda.

Es un detalle revelador: para ellos, el inicio no es un momento específico sino un proceso de maduración. De aquel germen inicial quedaron los nombres y las ganas, pero no las estructuras.

El sonido, en su versión prístina, era una interpretación casi litúrgica del blues norteamericano, donde el ideal era la reproducción fiel, como si las notas fueran un idioma extranjero que debía pronunciarse sin acento.

«El padre del blues en Querétaro, Roberto Ochoa, fue quien nos enseñó mucho», comenta José María. Roberto es un nombre recurrente en la escena, el hombre que soñó con traducir los quejidos del Delta del Mississippi a las paredes de cantera queretanas.

El nombre de la banda también tiene una historia que apunta hacia las encrucijadas culturales: «Quería que nos llamáramos El Callejón del Blues, inspirado en un libro de Parménides García Saldaña, pero para evitar problemas con derechos de autor, lo dejamos en El Callejón».

En 2000, la banda decide hacer un cambio drástico: un disco propio. «No es propiamente blues», admite Armando Aguilar, baterista, aludiendo a la evolución natural que ocurre cuando los músicos se enfrentan a sus propias influencias. Reggae, jazz, rock… El Callejón dejó de ser un museo sonoro para convertirse en un laboratorio.

El disco «Julio de Génova» es un testimonio político disfrazado de melodía. El nombre, una referencia al asesinato de Carlo Giuliani en 2001 durante una protesta antiglobalización en Italia, conecta al Querétaro de finales de los 90 con el mundo.

«Era un momento contestatario», recuerda José María. A diferencia de muchas bandas que buscan en sus letras la atemporalidad, El Callejón prefiere que su música sea un espejo del contexto, al menos así lo fue en este caso particular.

La evolución también fue técnica. «Roberto y David han aprendido no solo teóricamente sino a nivel de producción y arreglos», menciona José María. Esa afirmación revela la otra batalla que libran las bandas independientes: no solo ser escuchados, sino sonar bien.

Roberto Lechuga, guitarrista, recuerda las dificultades iniciales. «Nunca hubo apoyo del gobierno y no había espacios. Queríamos tocar en la calle y nos quitaban». Esa resistencia institucional es parte del ADN de la banda. En una ciudad que se debate entre ser el refugio de tradiciones y el escaparate de la modernidad, el blues parecía un anacronismo.

A pesar de ello, la banda ha encontrado eco en festivales como Tras Lomita, el Festival de Pozos o en ciudades como Jalpan y Dolores Hidalgo. Ana Laura Cabrera, voz desde 2001, describe el público como diverso:

«Hemos visto niños y viejitos; a todos les gusta. Pero luego dicen que canto en una banda de ‘rock viejito’ o ‘rock lento’. Hay buen recibimiento». Es un comentario que encapsula la tensión entre la autenticidad y la percepción popular.

Cumplir 30 años no es un logro menor. Para Armando Aguilar, significa «30 años de amistad». Para José María, es «poner a Querétaro en el mapa del blues nacional». Pero más allá de los logros tangibles, lo que persiste es la idea de una banda como resistencia cultural.

En el Querétaro de los grandes desarrollos inmobiliarios, donde las nociones de identidad se negocian en cada esquina, El Callejón Blues Band se erige como una especie de memoria colectiva.

Tres décadas después, los integrantes actuales de El Callejón Blues Band —José María Cabrera, Roberto Lechuga, Armando Aguilar, David Hernández y Ana Laura Cabrera— siguen explorando nuevas formas de crecer y seguir tocando.

Y así, entre acordes que nacen de los ensayos en salones de paredes delgadas y en escenarios donde cada canción es una declaración, El Callejón Blues Band sigue. No son solo una banda; son un archivo vivo de una ciudad que a veces olvida escucharse a sí misma.

David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

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