Fotografía: César Gómez


Querétaro tiene 1037 muertos más que no deberían existir. Son personas que iban caminando, pedaleando, o simplemente esperando su transporte, y el asfalto les dijo que no podían seguir. Tres años han bastado para que las calles de esta ciudad, pensadas para el paso veloz de los vehículos, se traguen vidas humanas. Mientras los autos siguen su ruta, las personas, invisibles en el camino, ya no están.

Teresita (no es su nombre real) tenía 72 años. Salió de su casa en Quintas del Marqués, como todos los días, para ir al Estadio Corregidora. No iba a hacer nada extraordinario: su rutina diaria de ejercicio. Pero ese día, el asfalto no le permitió llegar. Un conductor, como tantos otros, a exceso de velocidad, la atropelló en la calle Luis Vega y Monroy.

Su muerte no fue un accidente, fue una consecuencia directa de la ciudad que construimos. Teresita había solicitado varias veces un cruce adecuado, un paso seguro para los peatones. No le hicieron caso. El diseño de la ciudad, la falta de respuesta, la desidia de las autoridades le costaron la vida. Teresita ya no está entre nosotros, pero su muerte sigue siendo una deuda con todos los que alguna vez pidieron que la ciudad fuera más segura para caminar.

Miguel, un hombre de 65 años, se cruzó con la muerte el 5 de febrero de 2025, cuando intentó atravesar la avenida Océano Índico, en la colonia San Antonio del Maurel. La misma historia, una historia repetida demasiadas veces: la ciudad no le ofreció un paso seguro. No había semáforos, ni cruces adecuados. Solo una avenida ancha, llena de autos que no dejan espacio para nadie más. Miguel fue atropellado por un camión de carga. Murió sin que nadie pudiera hacer nada por él. Un hombre que caminaba en su propia ciudad, sin tener la protección que la ciudad misma debería ofrecerle.

Javier, otro adulto mayor, sufrió la misma suerte. El 16 de febrero de 2025, mientras esperaba el transporte público en Paseo de la República, un conductor a gran velocidad perdió el control de su vehículo, invadió la banqueta y lo atropelló. El impacto fue brutal. Javier sobrevivió, pero sus heridas lo marcaron para siempre. Su pierna fue amputada. Nadie cuestionó por qué estaba esperando el transporte en la banqueta. Nadie vio que la calle no estaba hecha para él. Nadie pensó que el espacio no era seguro para las personas que, como él, no tienen prisa.

Estos casos no son un accidente aislado. Son el resultado de un diseño de ciudad que prioriza el paso rápido de los vehículos, sin considerar a las personas. Las autoridades, lejos de construir una infraestructura que cuide a todos los usuarios de la vía, siguen favoreciendo a los automóviles, a los conductores. Las muertes se siguen sumando, porque el plan de la ciudad es uno solo: que los coches sigan corriendo. Y que los peatones, los ciclistas, y los usuarios del transporte público sigan siendo invisibles.

El Observatorio Ciudadano de Movilidad ha señalado que la infraestructura vial en Querétaro es una de las principales causas de las muertes que vemos a diario. Y no se equivocan. Las calles están hechas para que los autos pasen, sin importar las vidas que se quedan atrás. Las autoridades, al no atender las solicitudes de los ciudadanos, permiten que las personas sigan siendo atropelladas. Teresita, Miguel, Javier… y miles más son el resultado de esta indiferencia. Cada uno de ellos pidió lo mismo: un cruce seguro, un espacio donde caminar sin miedo a ser atropellados. Pero no fueron escuchados. La ciudad sigue indiferente.

En enero de 2025, el diputado Arturo Maximiliano García Pérez presentó una iniciativa para adaptar la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial al contexto estatal. Una ley que podría salvar vidas, pero que, como muchas otras, sigue esperando ser discutida en los pasillos del poder. Las autoridades no se mueven, y las muertes continúan.

Mientras tanto, la coalición «Movilidad Segura», formada por organizaciones de todo el país, sigue pidiendo al gobierno que se comprometa a reducir las muertes por accidentes viales a la mitad, lo que en Querétaro significaría salvar 500 vidas al año. Esta meta es posible, pero solo si se empieza a cambiar la manera en que concebimos el espacio público. Si se construyen calles que cuiden la vida, que prioricen a los peatones, que frenen la velocidad de los autos.

El Observatorio Ciudadano de Movilidad propone la estrategia «Visión Cero», que busca erradicar las muertes por accidentes viales. La idea es simple: diseñar las calles para que no haya más muertes, sin importar si el vehículo es un automóvil, una bicicleta, o si uno camina. Las soluciones están ahí, al alcance de todos. Solo hace falta voluntad.

Porque cada vez que una persona muere atropellada en esta ciudad, no es solo un número. Es una vida, una familia que se rompe, una historia que queda truncada. Y esa muerte, en muchos casos, es evitable. Basta con escuchar, basta con cambiar la ciudad para que todos podamos vivir. Es tiempo de actuar. De dejar de ser indiferentes. Las vidas que se pierden en las calles de Querétaro merecen más que una cifra en una estadística. Merecen un cambio.

David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *