Crónica de una funa anunciada
Yo sabía a lo que me arriesgaba. Sabía lo que podía pasar. Los comentarios llegaron a raudales; no a mi muro, porque mis ajustes de privacidad no lo permitieron, pero sí a la publicación.
Yo sabía a lo que me arriesgaba. Sabía lo que podía pasar. Los comentarios llegaron a raudales; no a mi muro, porque mis ajustes de privacidad no lo permitieron, pero sí a la publicación.
La primera vez que tomé un medicamento psiquiátrico tenía alrededor de veinticinco años, corría el 2011 y acababa de dejar la casa de mis padres.
Fui cristiana evangélica desde los trece hasta más o menos los veintiocho o veintinueve años. Sé lo que es la religión, sé cómo se maneja una secta.
El presente ensayo es una versión corregida de uno que escribí en el 2017 para una clase sobre educación de la sexualidad.
Esta mañana terminé de leer un libro de cuentos de pura escritora y escritor queretanx. Esto no es una reseña de ese libro, sino un breve ensayo sobre la envidia.
Tengo siete diarios coleccionados con entradas que van desde el 2005 hasta este turbulento 2020.
Esto del género siempre ha sido un asunto medio curioso para mí. De pequeña, tenía muchas ganas de ser niño porque eran más libres y, según yo, estaban completamente a salvo de las agresiones sexuales.