Fotografía: Elizabeth Becerril

Texto: David Álvarez


Bajo Tierra Museo del Agua inició como un proyecto documental en 2018. Una búsqueda por llevar los conocimientos académicos al público, en una labor de difusión de investigaciones que daban sustento a las problemáticas que observaron en Querétaro. 

Escasez y privatización del agua, acaparamiento y conflictos socio hídricos fueron algunas de las vertientes que reflexionaron y por lo que decidieron iniciar en la tarea de divulgar sobre aquello que habían analizado, e incidir y acompañar en la diversidad de asociaciones  medioambientales, urbanísticas y culturales, así como con activistas.

Claudia Romero, Carlos M. Talavera, Genaro García Guzmán, Karla Olvera y Cecilia Robles son actualmente el grupo central de este Museo, que inició con 13 integrantes, pero que con el paso del tiempo se ha articulado y transformado hasta lo que es hoy. Entre músicos, fotógrafos, documentalistas, biólogos, abogados, sociólogos, geógrafos y filósofos se han congeniado en esta labor en torno al agua, lo que constata la diversidad del Museo.

Un documental que se transformó en museo

El proyecto inicial consistió en la creación de un documental de impacto, es decir, una pieza audiovisual acompañada de una campaña específica para promover la acción de quienes lo ven y así generar una masa crítica que, además de audiencia, es movilizada para aportar su parte a un cambio social. 

Algunos de los integrantes del Museo se tenían ubicados por las investigaciones respecto al tema y pudieron reunirse para compartir ideas, experiencias, conocimientos y conjuntar perspectivas de disciplinas distintas bajo un denominador común: la problemática del agua en Querétaro. Fue entonces que decidieron formular una herramienta que pudiera difundir estos asuntos hacia un alcance público. 

«El objetivo inicial era buscarnos luego de reconocernos en distintos espacios académicos y comenzar a trabajar en un guión. Entonces quedamos con esa idea en mente y a partir de ahí empezamos a reunirnos para plantear lo que íbamos a hacer y el cómo. Ese fue el origen. Queríamos que se visibilizaran las relaciones de poder, el despojo, la privatización en torno al agua en Querétaro», mencionó Genaro García Guzmán, coordinador de Vinculación Académica.

Genaro García Guzmán

Con el trabajo documental vinieron reflexiones, principalmente en la incidencia hacia la población. Comentaron que Amelia Arreguín, desde el activismo, apoyó esta labor, siendo pieza clave, lo que derivó en que este proyecto tuviera dos grupos de trabajo: las y los investigadores, y la gente de producción en conjunto con un equipo de campaña. Sin embargo, señalaron que los materiales para dicha campaña avanzaron más a prisa que el documental.

Con la información extra, generada como complemento al proyecto, decidieron crear contenido como infografías o videoclips, ya que el tema del agua se abordó desde distintas áreas, sea el contexto político, social, geográfico, biológico y cultural, que los llevó a plantear un sitio web que pudiera resguardar esta información de apoyo al documental y de acceso libre.

«Esa era la idea con el sitio, y después comenzó la conceptualización museográfica. De hecho coincidió con la pandemia y decidimos hacerla así, directamente en web, también pensando que a futuro se harían itinerancias. Es un museo del agua. De hecho, el nombre, Bajo Tierra, se usó porque tenemos esta idea del agua de lluvia o que baja de las montañas, de manera superficial, pero toda está conectada con la subterránea», señaló Karla Olvera, quien trabaja en la comunicación e investigación del grupo.

Karla Olvera

A partir de ahí se reconfiguró la idea original. Más allá de una plataforma de consulta entendieron que lo que tenían entre manos podría ser un vehículo para nuevos formatos de difusión. «El proceso entre la academia y el cine fue extremadamente complejo, un diálogo que nos llevó a entender que una producción audiovisual tiene un límite. La campaña empezó a materializarse en este sitio web mucho más rápido de lo que el guión se escribía», recordó Claudia Romero, encargada de los temas legales y relaciones públicas del Museo.

«Eso cambió totalmente la lógica de lo que se venía haciendo. De hecho, hubo una persona, Jennifer Margain, que nos brindó asesoría y nos introdujo en el concepto de la narrativa transmedia. Nos dijo que un documental no tiene por qué terminar en una pantalla cuando las personas lo miran, sino que, cuando logras que entren en la historia y se sientan parte, entonces se entra en la lógica de dicha transmedia», detalló. 

Bajo Tierra Museo del Agua, un proyecto de interacción

Al ser museo decidieron otorgarle peso al concepto. Traducirlo a un formato digital y hacerlo interactivo, pues la dinámica continuó siendo la búsqueda de impacto social. Para ello, buscaron la manera de romper las barreras de lo tradicional y conjuntar la interacción museística con la participación de las y los usuarios, en una acción recíproca y de corresponsabilidad.

«Se buscó que funcionara más allá de la información, sino que como una acción social. Que desembocara específicamente en ello, por lo que nos hicimos muchas preguntas para que esto resultara. Trabajamos en eso  y quisimos que la gente participara, que aprovecharan la plataforma digital y planteara un diálogo con esta integración de saberes y conocimientos que se construyen desde diferentes frentes», comentó Carlos M. Talavera, curador y museógrafo del proyecto.

En este primer momento, el equipo se enfocó en traducir el lenguaje académico y de investigación a uno con mayor accesibilidad hacia la ciudadanía, además de aprender todo aquello relacionado a la tecnología y uso de herramientas digitales. Asimismo, marcar límites de lo que implica ser un museo y diferenciarse de una plataforma web, por lo que hubo muchas consideraciones sobre el asunto para consolidarse, principalmente en acciones divulgativas como la integración de mapas, desde la cartografía, para comunicar de mejor manera la propuesta de investigación.

«Extrajimos las constantes que teníamos con las diferentes investigaciones sobre lo que pasaba con el agua en la ciudad y este ejercicio de comunicar a la gente teníamos que trabajarlo más allá de un artículo, que nadie iba a leer. Entonces lo que hicimos fue hacer mapas, como las primeras actividades del Museo, y que tienen su tiempo, su lógica», mencionó Genaro García Guzmán.

Cecilia Robles

Fue entonces que se integró Cecilia Robles, especializada en estudios socioterritoriales y que impulsó y profesionalizó dicha labor, misma que permitió una mayor comprensión de aquello que se divulgaba en torno a las problemáticas del agua. Un trabajo realizado con las investigaciones hechas con anterioridad, necesario para el entendimiento territorial y de información gráfica. 

«Comenzamos a territorializar y generar la información. Fue interesante el proceso, ya que había que simplificar todo ello y hacerlo accesible, pero la cartografía que se aprende en academia tiene su lenguaje y tuvimos que traducirlo. Nos apropiamos de la producción de mapas y creamos nuevas lecturas cartográficas y luego vino la tarea de llevarlo a medios digitales, realizar diseño y así le dimos», señaló. 

Responsabilidad social para informar e inconformar

Los integrantes de Bajo Tierra Museo del Agua se dicen con la responsabilidad social de dar a conocer el resultado de sus investigaciones realizadas durante cinco años, y acompañar a otros colectivos o asociaciones para colaborar y generar agendas que permitan la unidad de todos estos proyectos en la entidad y a nivel nacional con un mismo fin.

Claudia Romero

«Y justo el conocimiento y la información necesita compartirse. Nosotros nos planteamos como una parte de un engranaje más complejo y que va más allá. Por eso nuestros trabajos son colaborativos; es un movimiento articulado y es importante escuchar a nuevas voces y a nuevas perspectivas. No es solamente lo que sabemos y lo vamos exponiendo, sino también existen estos procesos de actualización y de integración», refirió Carlos M. Talavera.

Sobre esto, aseveraron que han aprendido en la práctica a entenderse como un Museo, por lo que entre dilemas sobre cuál será el futuro de este proyecto a mediano o largo plazo decidieron conformarse como Asociación Civil. «Ha sido una curva de aprendizaje, pero nos dimos cuenta también que la idea de museo tenía que ver con cómo transmitir y garantizar su permanencia. Ser museo era trascender de una campaña efímera a algo más institucionalizado», indicó Claudia Romero. 

Añadió que han construido todo el material con apoyo de muchas personas, sobre todo jóvenes de universidades privadas y públicas, y provenientes de distintas disciplinas que nutren el trabajo de Bajo Tierra Museo del Agua, con la participación de hasta 200 voluntarios. «Esto es algo más grande que las personas que la integran y se ha reflejado incluso en cómo la gente se implica en lo que se hace, desde la misma ciudadanía que se involucra», agregó. 

Ellos mismos han realizado caminatas o rodadas en diferentes causes del río de la Zona Metropolitana, y en sitios como Jurica, el río Querétaro y el de El Pueblito, además de generar agendas de acción, documentales, galerías itinerantes y diálogos en espacios colectivos en la entidad, donde han podido desarrollar en conjunto actividades de implicación medioambiental y cercanía con colonos con ciertas problemáticas.

«Aquí en Santa Bárbara una chica nos guió y nos dijo en dónde levantar la información, cuál es la situación del agua y desde hace cuánto tiempo. La gente se interesa y te pregunta», mencionó Cecilia Robles, y han tenido vinculación con habitantes de la colonia La Pradera, entre otras zonas, lo que ha dejado entrever lo realizado y el impacto ciudadano, acercándose cada vez más a su propósito principal.

«Hay muchas personas que están conscientes de lo que está pasando en su ciudad, en sus colonias y territorios, y quieren hacer algo. El objetivo es poder aportar junto con ellos en eso que ocurre, por lo que el Museo funciona como plataforma de difusión e intersección. Nosotros queremos impulsar la idea de que habitamos un espacio y poder organizarnos en conjunto», refirió Karla Olvera. 

Carlos M. Talavera

Bajo Tierra Museo del Agua cuenta con cuatro salas permanentes de manera digital: Memoria viva (sala uno); Nuestros saberes (sala dos); Ecos del Territorio (sala tres), y La ciudad que imaginamos (sala cuatro), donde se localizan documentales, videos artísticos, contacto con organizaciones e historias recopiladas, además de contar con salas infantiles y temporales, donde exponen proyectos externos afines al tema.

Finalmente, aseguraron que como Museo hay tres principios básicos o posturas puntuales de las que no procuran desapegarse, como un hilo conductor de esta asociación: la búsqueda de diálogo, el enfoque específico hacia los temas del agua y lo que derive de ello, y la co-creación de acciones y conocimientos, pues como lo han reiterado, este proyecto se ha conformado de distintos enfoques y aportes desde diferentes ámbitos educativos y comunales. 

«Creo que no hubiésemos crecido sin el apoyo ni los espacios para que esto se desarrollase. Mucho de lo realizado aquí es contribución de saberes y personas que se han involucrado. Somos un equipo de trabajo y hemos podido hacer lo que hemos hecho gracias a todos y todas», concluyeron.

Hasta la fecha, Bajo Tierra Museo del Agua ha organizado y participado, en unión con otras agrupaciones, en las Jornadas para la paz; el Festival: Agua que corre; la Agenda Agua y Clima 2021; el Hidrofest: Festival documental de agua en la ciudad; el Querétaro Inteligente: Re encuentro de saberes; el documental Los Feudales del Agua. Querétaro a la venta, así como talleres, testimoniales, cursos y guías de evaluación ciudadana para iniciativas de ley en la entidad, por lo que aún queda camino por recorrer y sobre todo mucho trabajo.


David Álvarez
davidalv1990@gmail.com
Sociólogo, periodista y gestor cultural. Dirige Proyecto Saltapatrás.

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