Van Vleuten, la campeona, la única persona en la historia que puede presumir haber ganado las tres grandes vueltas el mismo año, decide retirarse por la puerta grande: compite por todo, contra todo, contra equipos enteros, contra las mejores del mundo. Todas contra ella desde que comienza cada carrera. Se le vio devastada en cada derrota, reventada en más de una subida. Terminó su carrera a los 41 años y en todo el año de despedida nunca se le vio tan molesta como con Gaia Realini.

1.50 de estatura, 40 kilogramos. La escaladora italiana de 21 años debuta en el máximo circuito del ciclismo mundial. Antes de la carrera que la confirmaría no solo como una ciclista única, sino como una de las promesas a tener en cuenta los próximos años, Gaia Realini le había dado una probada al mundo de sus habilidades: en el UAE tour, en el ya mítico ascenso por el Jebel Haafet, montaña en la frontera de los Emiratos Árabes Unidos y Omán. La corredora italiana afirma que tiene dos referentes como escaladora: primero Marco Pantani, el histórico pirata, el escalador más apasionado que se haya visto; segundo, Elisa Longo Borghini: siete veces campeona de Italia de contrarreloj, cuatro veces campeona nacional de ruta, medallista olímpica. Gaia Realini corre para Elisa, su líder de equipo. La admira y le ayuda. Así ocurrió en el Jebel Haafet: Elisa le ordena a Gaia que apriete el paso, la montaña endurece el ascenso y todas sus rivales empiezan a perder la estela de Gaia, quien lleva a su líder al paso que esta le propone. Se le ve pequeña a la distancia, parece que todo alrededor le queda grande: la bicicleta, las rivales, las compañeras, la carretera. Gaia al servicio de Elisa, hiere al resto de sus competidoras con más de minuto y medio, suficiente para asaltar la clasificación general y adjudicarse el botín para su equipo. Su director le ordena que cruce la meta Elisa, lo cual le arrebata su primera victoria en la máxima categoría a disgusto de comentaristas de todo el mundo, pero la paciencia le entregaría algo más hermoso.

La etapa 6 de la rama femenil de La Vuelta a España se volvió una de las carreras más hermosas del año. Van Vleuten atacó a Vollering y su portentoso e invencible equipo. Se escapó cuando el camino se endurecía y las pendientes aumentaban su dígito. Ella, tan acostumbrada a ganar, con más de cien victorias en su carrera, no daba crédito a lo que ocurría a sus espaldas. Gaia Realini, la pequeña ciclista soportó todos los movimientos, los acelerones, el ritmo asesino de la veterana. Ella le pidió que se pusiera adelante para colaborar, pero Gaia decidió no hacerlo por estrategia. Van Vleuten, molesta, aceleró una, dos, tres veces, pero Gaia seguía pegada a su rueda. La campeona vociferaba y hacía señas de todo tipo. Gaia perseguía, concentrada y en silencio. Habría que ser ella y pensar que en su primer año en el máximo circuito, estaba detrás de la campeona del mundo, detrás del jersey arcoíris, detrás de la mejor ciclista de todos los tiempos. Van Vleuten, la histórica rematadora en sprints cortos, vigilaba con furia a Gaia. Llegado el momento, las dos aceleraron a menos de doscientos metros de la meta. Los cuerpos, hombro a hombro, el arcoíris de Van Vleuten y el azul de Gaia, ambos convertidos en pura fuerza y pedal. Van Vleuten desgastada, pero tan poderosa como siempre. Gaia pequeña, con poca experiencia en ese tipo de llegadas. Ninguna de las dos festejó al cruzar la meta, ya que era imposible para ellas saber quién se había llevado la victoria. A minuto y medio, las cámaras enfocaron a Gaia, llorando, entregada al momento, sin esperar siquiera el fallo de los jueces frente al final de fotografía. Elisa, su capitana, la abrazó y le dijo que estaba orgullosa de ella. Ella corría a abrazar a quien podía, entre lágrimas. Segundos después llegó la confirmación: Gaia Realini ganó la etapa 6 de La Vuelta a España frente a la campeona del mundo.

Es emocionante cuando lo pequeño se vuelve grande y Gaia Realini como dice el rapero de Zaragoza, Kase O, sirve su veneno en pequeñas dosis. Se le apoda “The pocket rocket”, el cohete de bolsillo y sus movimientos en alta montaña, sus explosiones, le otorgan una mítica ironía donde la ciclista más pequeña, en las alturas, en las áreas más dolorosas de una carrera, se vuelve la rival más grande. Queda aplaudir, disfrutar y esperar que este cohete alcance todos los rincones del universo.

Fernando Jiménez
ferjimdel@gmail.com
Escritor. Psicólogo clínico por la Universidad Autónoma de Querétaro. Autor de "Ensalada Western" (ICA, 2016).

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