Hace tiempo que un enfrentamiento de esta dimensión estaba latente entre residentes y turistas a lo largo de México. La chispa que activó el duelo fue una declaración de Ernesto Coppel, hotelero de la extensa familia Coppel y dueño de numerosos establecimientos de alojamiento turístico como Pueblo Bonito Sunset Beach Golf & Spa Resort y Pueblo Bonito Pacífica Golf & Spa Resort, así como el desarrollo Quivira Los Cabos, entre otros. El conocido personaje fue contundente: los turistas extranjeros (esencialmente estadounidenses) se quejan amargamente del ruido que proviene de las bandas sinaloenses que suelen tocar en playas (públicas, se entiende) ya que en México, a pesar de muchas presiones de los hoteleros se sigue preservando el estatuto de espacio público federal a las mismas, con ciertos acotamientos de ancho con relación a la marea más alta. 

Entre el 27 de marzo y el 30 del mismo mes, la declaración “antiplebe” del hotelero finge una pretendida simpatía por la música regional, pero pronto le salen las culebras por la boca. Prendió a los sinaloenses, en particular los mazatlecos, pero también numerosas voces en todo el país. Los reclamos han ido en varios sentidos: las playas son parte de lo que hoy se llama “los comunes”; el pueblo tiene derecho a usar para su ocio estos espacios; hartan los “gringos” que exigen paz y tranquilidad en sus vacaciones: en síntesis, una emergente actitud antiturista y en particular antigringo, por motivos que no requieren más explicación. 

En la entrevista, Coppel no olvidó recordar los viejos mitos del turismo: la aportación al PIB regional y, por ende, nacional; la fuerte inversión extranjera, las obras y los servicios hoteleros y turísticos en general como generadores de miles de empleos. Por lo mismo, apuntó que ir en contra es tomar una posición antieconómica y dañina inclusive para las mismas personas locales que critican la postura hotelera. 

Todo parecería indicar que las autoridades locales estarían dispuestas a reglamentar la actuación de las bandas, designando espacios, horarios y volúmenes de decibeles. Esto en franco apoyo a los empresarios, aunque de manera discreta toda vez que la fecha de las elecciones es próxima, por lo que no es momento de enfadar a los votantes. 

Si bien el grito de Coppel esperaba tener un eco más favorable, los apoyos han sido pocos o, por lo menos, poco audibles en las redes sociales; en el campo adverso la chispa provocó un incendio de proporciones mayúsculas mucho mayor que lo que se podía anticipar: manifestación de músicos en las calles de la ciudad, secundados por la población local; avisó que se haría la mayor tocada de bandas sinaloenses en Mazatlán para obtener un Record Guiness, y todo eso con el apoyo de las redes sociales que han difundido con gusto estos avisos, así como una cantidad inverosímil de memes sobre el caso. 

Atrás de eso surgió otra hoguera lista para incendiarse: los efectos de la llamada “gentrificación”. Podemos recordar que la definición canónica de la gentrificación es de ser un proceso por lo cual grupos sociales de mayor ingreso desplazan la población de barrios más pobres en diversos espacios urbanos e inclusive rurales. Sin embargo, en el mundo entero se ha observado que la puesta en turismo (llamada “turistificación”) de barrios urbanos ha generado una gentrificación turística extensiva mucho más compleja y aplastante que la gentrificación de nuevos sujetos que pretenden habitar el espacio invadido. 

Hay razones para afirmar que la gentrificación residencial es quizá menos dañina que la turística, por lo menos en Latinoamérica: la primera es que los nuevos residentes son permanentes en el primer caso, pero temporales en el segundo; en otros términos, mientras que los primeros pueden llegar a integrarse en los barrios, los segundos son efímeros, solo ven el barrio como espacio de juego y de diversión; así, a manera de ejemplo, los lugares como bares, discotecas y demás funcionan todos los días de la semana a plena ocupación y decibeles, mientras que en un barrio más tradicional suele pasar que solo operan a toda marcha y decibeles los fines de semana.

Por estudios que pude realizar en años recientes, se comprueba que los nuevos residentes permanentes pueden llegar a adquirir ciertos comportamientos calcados de los residentes tradicionales, comprando en sus tiendas, integrándose en sus actividades e, inclusive, defendiendo el barrio contra agresiones inmobiliarias o de los poderes públicos sobre los espacios públicos. Claro que eso no exime a estos gentrificadores de desplazar pobladores anteriores en situaciones más precarias pero no lleva a una exterminación del sentido de barrio que suele ocurrir en otros casos. 

Los memes e intervenciones diversas en las redes sociales demuestran una preocupación por el tema por parte de numerosas personas a lo largo del país, por esta transformación de las ciudades lo que se resiente como una invasión silenciosa del turismo global a expensas de los espacios tradicionales de las poblaciones locales. Chistes, comparaciones con otros lugares de México y apoyo a las tradiciones locales son los ejes principales de lo que ha proliferado en las redes sociales, como una suerte de “MeToo” turístico de personas que expresan una turismofobía, pronta a volverse una turistofobia que pudiera llegar a niveles agresivos. 

Las autoridades en materia de turismo y las locales distan mucho de entender los vericuetos de semejantes niveles de repulsión que pueden llegar a la agresión directa y a la huida del turismo, lo que no excluye una desintegración del mismo en las regiones privilegiadas por estas “hordas salvajes” para sus desmanes, particularmente en época de springbreakers, es decir, de jóvenes con licencia para todo y que cuentan con la vista gorda de las autoridades; vale señalar que estos destinos turístico ya se han visto afectados por la violencia del narcotráfico, como se verifica en Tulum, Playa del Carmen, Cancún y demás.

A la par, resulta curioso que es la música lo que más rechazan los hoteleros, mientras que las verdaderas lacras del turismo no les mueve una pestaña: la prostitución, el tráfico de mujeres, la pedofilia y sus redes bien consolidadas en numerosos destinos, la presencia de los carteles de droga en lucha por conquistar los mismos espacios y su misma presencia en la propiedad de no pocas instalaciones turísticas vía prestanombres, tema particularmente tabú en México. 

La turistificación se ha instalado en México para quedarse, y poco se sabe de ella en las noticias aun cuando se dieron situaciones graves en el pasado. Falta hacer un poco de memoria histórica, empezando con la expropiación violenta de los ejidatarios de Icacos para el desarrollo de Acapulco. Con el programa de Desarrollos Integralmente Planificados, se pudieron observar situaciones diversas: la decisión de construir el destino de Cancún en una zona de bajísima densidad poblacional y en tierras federales, evitó la necesidad de expropiar o despojar una eventual población local; un caso sustentado en la negociación como es el de Ixtapa Zihuatanejo, en parte por el financiamiento del proyecto por el Banco Mundial lo que exigía cierta legalidad; o el proyecto de Huatulco, en un primer tiempo descartado por el gobierno de Miguel de la Madrid que repentinamente puso reversa y impuso el proyecto a pesar de la reacción de los comuneros dueños de los terrenos, cuyo líder, acabó ejecutado lo que “facilitó” el trámite de expropiación de las tierras. 

Al respecto de los proyectos turísticos del estado mexicano, puedo contar una anécdota: como funcionario de FONATUR estuve a inicios de los ochenta en un grupo de funcionarios que fue a constatar en Playa Quieta (a mi gusto la playa más bonita y tranquila de Ixtapa, Guerrero, por lo menos cuando era virgen) una disputa entre personas de los alrededores que querían acceder a la playa para disfrutarla o realizar venta de artesanías diversas y, por otra parte, la dirección del Club Méditerannée que les prohibía el acceso. La mediación de FONATUR, apegada a la ley, obligó a la empresa a abrir el paso aun si “la vista de la población local” desde las tumbonas localizadas a pocos metros de la línea fronteriza entre público y privado, no complacía a los turistas, en ese caso esencialmente europeos. Así la cosa, guardaespaldas vigilaron el borde bien trazado de la zona federal para evitar la entrada al pasto verde, bien regado y cortado que cubría los últimos límites de la propiedad hotelera. Con el paso del tiempo, la situación se endureció y a pesar de escaramuzas frecuentes, la empresa logró prácticamente cerrar o por lo menos limitar al mínimo las “incursiones” de la población local. 

Se podría seguir enumerando conflictos pequeños y grandes ligados a la expropiación de tierras ejidales o comunales para la edificación de proyectos turísticos a partir de la intensificación del giro neoliberal de la política económica mexicana. Bajo la mayor parte de los proyectos del pasado y de los actuales yacen disputas no totalmente asumidas, rencores profundos provocados por actitudes no legales de las autoridades y posturas de explotación de los trabajadores que han envenenado el funcionamiento del turismo. Cuando toda la población se siente afectada y traicionada, las cosas empeoran.

Pasando a los casos de turismo urbano, es necesario estudiar a detalle el caso de Oaxaca, por ejemplo, donde el turismo quiere imponerse sobre el interés de la población local que ha desarrollado un vasto mercado informal que, paradójicamente, también vive del turismo. La ciudad de México cuando turismo y nuevos proyectos residenciales han intensificado la gentrificación de algunos barrios centrales no forzosamente populares sino de una clase media tradicional que se ve afectada en sus condiciones de vida.

Si el foso se sigue abriendo, lo que se antoja posible frente a la ceguera de las autoridades, se darán las condiciones para enfrentamientos más crueles para ambas partes. La crítica a las bandas es solo un detonador, lo que sigue puede ser desastroso. 

En el momento de cerrar esta nota ha circulado la noticia de que se han establecido negociaciones para regular en cierta forma las tocadas de las bandas en playa, aunque, en el mismo momento, el movimiento de las bandas asegura que hará la tocada prometida para entrar al libro de los Récord Guinness. Así las cosas en este conflicto….

Redacción
proyectosaltapatras@gmail.com

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