Fotografía: César Gómez


Los tatuajes son una manera de hacer arte. Victoria Hernández, inmersa en el mundo de los tatuajes durante casi una década, convirtió este espacio en su principal ejercicio artístico mediante la exploración constante y un lenguaje gráfico que comunica ideas que no pueden trasladarse a las palabras. 

El tatuaje tradicional y los diseños botánicos reflejan la esencia de Victoria. A diferencia de los lienzos o murales, el cuerpo y la piel se transforman con el paso del tiempo, por lo que la firmeza y permanencia del tatuaje tradicional se convierte en un medio de expresión artística perdurable, donde el tatuaje debe ser legible hasta el final de sus días.

Dicho arte corporal no se limita a la estética; forma parte de la identidad de las personas. Desde la perspectiva de Victoria, este proceso lleva consigo una experiencia, una dinámica de intercambio entre el artista y el cliente. «Consumimos imágenes todo el tiempo, las consumimos de forma consciente y también inconsciente. […] Muchas veces nos hacemos afín a las imágenes porque nos vemos ahí, porque nos recuerdan algo, porque nos hacen sentir algo». Y transforman la percepción de uno mismo.

Hernández estudió por un breve periodo Artes Plásticas en la Universidad Autónoma de Querétaro, pero descubrió que este camino no era lo suyo. Su experiencia como estudiante la llevó a cuestionar la dinámica dentro de las aulas; ejemplo de ello son los estándares convencionales de belleza impuestos en el arte, es decir, se privilegia la mirada colonial sobre el arte mientras ocurre un borramiento de la identidad local. 

Otro de los problemas que planteó fue la falta de representación femenina en la academia. «Me pasó que dejando la escuela descubrí otros artistas que dije “¿por qué nunca nos han hablado de esto?” Y si hablamos de artistas mujeres, peor, porque no las ponen en los libros». Y abogó por la ruptura de los discursos institucionales para dar voz a la diversidad y autenticidad cultural.

Lejos de las aulas, Hernández se sumergió en diversas formas de arte. Probó el grabado, la gráfica, la música, el diseño gráfico y el barro con la finalidad de ampliar su visión artística e integrarla a su trabajo. Como aprendiz de tatuadora, cultivó esta disciplina autodidacta y redefinió su enfoque artístico para adaptarlo a la piel, un proceso que moldeó hasta su trabajo actual y sigue en desarrollo.

Metamorfosis y autodescubrimiento

El acercamiento artístico de Hernández sucedió desde la niñez. Su padre le proporcionó un refugio creativo para experimentar y desarrollar su creatividad: su tienda de pinturas. «Mi papá me procuró siempre un espacio de exploración en mi cotidiano. Entonces mi cotidiano era su trabajo. Era mi casa. Eran los espacios en los que estaba cuando no estaba en la escuela». Victoria mezcló colores, texturas y material mientras su papá se aseguró de alimentar esa inclinación al arte mediante pinturas con acuarelas, trazos y dibujos que hacía para sus hijas.

«Mi papá es alguien muy determinante en mi vida, […] me quería enseñar que la vida está bonita con cosas muy sencillas, y pienso que eso es también lo que yo percibo en el arte, en todas sus disciplinas. […] Nos enseñaba mucho a cuestionarnos, mucho a tener un pensamiento muy crítico, pero también respecto a las cosas más valiosas de la vida. […] Pienso que me hizo fascinarme por el arte».

En su adolescencia acudió a talleres más profesionales en los que nunca se sintió infantilizada, pues ella y sus compañeros siempre fueron validados, y pudo cultivar su habilidad creativa con maestros apasionados por enseñar. «Yo siempre he sido muy preguntona, entonces me fascinaba llegar ahí y ver en qué estaban trabajando». Tal experiencia influyó más adelante en su percepción de los docentes universitarios, pues no encontró en muchos el mismo compromiso por la enseñanza.

Estos espacios fuera de la escuela le ayudaron a entender que el arte es más que “una manualidad”. 

«Yo veo muchísimo potencial en hacer algo con nuestras propias manos, y reducirlo a algo que puede ser un “adornito” o algo así creo que es hasta como invalidarnos un poco, ¿sabes? Porque todos somos capaces de hacer muchas cosas distintas, todos tenemos capacidades diferentes y con esto podemos hacer muchísimas cosas».

Victoria encontró en el tatuaje una vía para continuar con su expresión artística, sin tener que abandonar por completo el mundo de las artes. La idea de dejar la escuela no le resultó satisfactoria, por lo que el tatuaje se convirtió en una alternativa que le permitía mantenerse conectada con su pasión por el arte mientras exploraba nuevos horizontes creativos.

«Me parecía algo que podía permitirme buscar o desarrollar una gráfica al mismo tiempo que no dejaba las artes porque no me encantaba la idea de dejar la escuela. […] Comencé de aprendiz de tatuaje y la idea fue dejar un poco de lado lo que ya pensaba que sabía y comenzar a dibujar pensando en que fuese un tatuaje porque es muy distinto trabajar sobre un objeto, un soporte de tipo que sea para una pieza de arte, y trabajar para la piel».

Aunque el tatuaje y el grabado ampliaron sus horizontes creativos y le ofrecieron mayor libertad para expresarse, Victoria compartió que adentrarse en este mundo significó un proceso de introspección. En sus propias palabras, «ha sido un reto, no tener un camino fijo, una guía, pero también ha sido un aprendizaje construir eso». 

Para mantener la belleza disruptiva de los tatuajes procura que su ánimo por la experimentación continúe. Su proceso de inmersión en múltiples disciplinas enriqueció su visión artística y contribuyó a la percepción actual de su ejercicio artístico. Siempre está ávida por aprender más y su sed de conocimiento la motiva e impulsa a seguir explorando sus fronteras creativas.

Michelle Ramos
astrid.ragoz29@outlook.com
Periodista. Quiero compartir historias no dichas, aquellas que deben ser desentrañadas. Las letras forman parte de mi vida.

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