Por: Ana Karina Vázquez

Fotografía: Leonel Heath


Es una tarde de clima insípido en la ciudad de Querétaro. En el barrio de la Cañada se reflejan los destellos de la luz dorada del atardecer. La charla tiene lugar entre las vías del tren y los límites de la zona cool que se gestan como punto de encuentro de proyectos apestosos a gentrificación desde hace ya unos años.  

Susana del Rosario es oriunda de Poza Rica, Veracruz. Su obra como artista visual ha pasado por una evolución que retrata los procesos personales que le han dibujado horizontes de interés. En primera instancia reflejó su posición como mujer en el arte. La feminidad. El feminismo, el cuerpo, sus representaciones y vindicaciones tuvieron lugar y tiempo durante lo que podría identificarse como las etapas tempranas de la obra que ha expuesto individual y colectivamente. En el sitio web de Susana se encuentran las últimas exposiciones en donde se aprecia su trabajo. El tema actual, recurrente y repensado, tiene que ver con las fronteras naturales y humanas; las cartografías del sur del continente americano y el paisaje.

Susana explicó que su trabajo paisajístico no refiere a la percepción convencional de las pinturas tradicionales, centrada en la belleza, sino que se ha orientado al análisis del paisaje: sus fronteras, lo cambiante del paisaje y la construcción de conceptos contemporáneos sobre el territorio. Entre las preguntas que han fungido como punto de partida para el desarrollo de su obra está el hecho de la existencia misma de las fronteras como algo determinado por la naturaleza, o solo meras construcciones sociales, sobre lo que del Rosario reflexiona:

«Veo el desarrollo de mi obra plástica como ensayos. Es un trabajo de cuestionarse lo mismo que estoy respondiendo. Un juego de preguntas y respuestas. Hay una serie sobre fronteras naturales que nos separan naturalmente a los seres humanos. Uno del otro, o climas y espacios de otros, como los ríos. La cordillera de los Andes en el sur es una frontera natural, no solamente política. Tenemos los ríos fronterizos como el Río Bravo, el Usumacinta o el desierto de Atacama al norte de Chile. Terminan siendo territorios divisorios. Existen otras fronteras que sí han sido creadas, estoy haciendo una serie sobre las nuevas fronteras, como el cable de púas, las rejas, las bardas altas, las bardas con vidrios, es como construimos nuestras propias fronteras. Las líneas amarillas en los museos…».

Para Susana existen ambas fronteras, las naturales y las creadas. Al preguntarle sobre si tiene una hipótesis o alguna posible respuesta a la razón de por qué creamos fronteras, la artista recordó que el interés en el concepto surgió «al explorar el tema de los mapas y conocer el arte latinoamericano», y es que, agrega, «surge el cuestionamiento de la organización geopolítica partiendo de las fronteras y los territorios. Hay razones políticas a gran escala, sin embargo, también existe la reinvención de las fronteras en pequeñito, es esta necesidad de apartarse, de dividirse, de estar seguro en tu espacio, aunque no lo justifico. Puede analizarse desde distintos puntos».

Susana toma fotografías constantemente en las que ha encontrado algunas respuestas sobre las fronteras, pero también nuevas preguntas. Al cuestionarle sobre la existencia de la transgresión de fronteras en su obre misma, refiere que podemos encontrar la representación, la exhibición y, por ende, la reafirmación: «a lo mejor la transgresión es en cuanto a la manipulación, como lo han hecho otros artistas, volteando el mapa, eliminándolas, acercarme o alejarme, cambiarlas de lugar». Sin embargo, en la obra de Susana del Rosario, las fronteras son tratadas con objeto estético.

Entre las referencias que identifica está Anna Bella Geiger, que trabaja sobre el mapa de Sudamérica y la imagen misma que la compone, utiliza fotografía y dibujo en su cuerpo de obra. De igual manera, el artista argentino Nicolás Uriburu, que trabaja con el mapa orientado hacia la explotación de la naturaleza en el territorio del continente: minas, bosques, selvas, desde siempre y que no se ha ido.

Desde los setenta surge este interés de artistas sudamericanos. No es casualidad porque el lugar desde donde miras define mucho los puntos de interés. Un caso es el trabajo de Raúl Zurita, un poeta chileno que ha escrito sus poemas en el desierto chileno con máquinas en la piedra y que se leen desde arriba. Es un ejemplo de transgresión en el paisaje directamente. Además, se ha acercado a textos de modernismo anteriores en el que algunos datan de 1930, como el movimiento brasileño de los antropófagos, que se cuestionaban el lugar dónde estaban, sobre el sur, lo exótico y por qué se concebía así.

El feminismo, las cuestiones de género y las ubicaciones en el cuerpo como territorio son una actualización de los temas que busca reflejar actualmente. No son temas nuevos, es un resurgir constante. Como el movimiento de las mujeres, la artista no lo concibe como una moda, sino que es una reflexión permanente. El paisaje es trabajado sobre el archivo personal de fotos, lo que para ella es muy importante, puesto que implica su propia presencia en el lugar. Uno de los elementos principales que explora en cuanto al paisaje es su cualidad cambiante. Ha registrado dibujos y fotografías de los alrededores del lugar donde vive, en ello, ha reflexionado acerca de la impermanencia de los paisajes urbanos.

En Poza Rica, su ciudad natal, ha explorado el paisaje petrolero mezclado con el natural. Cuando llueve y todo se queda húmedo, el registro fotográfico es especial porque los colores y las texturas no vuelven. Su enfoque actual es el paisaje urbano, el lugar que habito y que rechacé mucho tiempo. Habiendo crecido en Poza Rica, este le parecía un lugar feo, sin embargo, al irse y volver cada año, pudo observar cosas que no reconocía en otros lugares.

Es una ciudad que nació como un campamento petrolero. Para ser lo que es hoy, con todo y los vestigios que el paso del tiempo le implica a las geografías. Se fundó para trabajadores del petróleo; incluso Susana percibe que la producción artística del lugar siempre ha girado en torno de esto. Al tiempo a ella también le interesó con la particularidad de la orientación hacia el paisaje. A pesar de nunca haber sido cercana a la industria, sí lo ha estado siempre con el paisaje y la cotidianeidad de esta con la naturaleza «que al final se lo come todo». Luego refiere, certera: «Exploro la relación con la destrucción y lo que construye el hombre la naturaleza se lo traga, por mucho que haya tenido su apogeo, al final todo va sucumbiendo a la naturaleza. Sí es un tema urbano, pero el paisaje natural perdura. El registro que hago del paisaje —porque en algún momento pasa algo y como está ese día que lo fui a visitar— a lo mejor no vuelve a estar nunca. Pensando en José María Velasco, que retrataba el paisaje del México del siglo xix y que nunca volvió. Ese valle de México ya no volvió a ser así. Se relaciona también con el paso del tiempo».

Postales del nororiente / Carbón sobre papel – Políptico de 130 x 180 cm

 El registro y la memoria son materia prima en su trabajo tanto en la producción y el trabajo desde el archivo del paisaje cambiante. Su colección de dibujos se titula Paisajes para el 2030, porque aspira a verlos cuando ya no existan. Es un juego de memoria, pensada incluso para el futuro desde hoy.

Durante la licenciatura en artes visuales que estudió en la UAQ participó en un colectivo para exponer trabajos de mujeres artistas. La pregunta eje del proyecto y de su tesis giraba en torno a si aún valía la pena hacer exposiciones de puras mujeres., y a la distancia de algunos años recuerda: «Magali Lara dice que las mujeres siguen haciendo exposiciones de puras mujeres como si fuéramos algo exótico. A mí ya me suena algo muy lógico, quizá ya se superó eso, aunque en algún punto es necesario. Un grupo de gente que te apoye para validarte como artista».

Río, Mar, Cordillera y Desierto, cuatro fronteras naturales en el continente americano, dibujo a tinta y lápiz, 2018

El colectivo de mujeres artistas surgió desde el apoyo ante la carencia de lugares, las faltas de temáticas afines y la exploración en colectivo, que además eran solo mujeres: «No es raro que estemos produciendo arte, sin embargo, son etapas que han ayudado a crecer y reconocernos como quienes estábamos trabajando en Querétaro y en otros lugares. Sirvió para conectar conocimiento. Quizás en la ciudad de México ya llevaban años haciéndolo, pero aquí, en su momento, fue muy necesario. Ahorita no lo haría, para mí no es necesario en este momento, pero a lo mejor cuando vas iniciando necesitas este tipo de apoyo, ver que hay otras personas haciendo lo mismo que tú, que les ha costado tanto como a ti».

A pesar de que ha habido avances importantes respecto a la igualdad de condiciones para las mujeres artistas, del Rosario asegura que para determinar si realmente han mejorado en general, sería necesario ubicar las particularidades de cada lugar: «sigue habiendo una brecha de números, hay más mujeres que estudian arte y menos que exponen en los museos. El feminismo ha animado a muchas chicas para incrementar la confianza en ellas; sí creo que eso ha aumentado, en cuanto a producción y exposición. Siempre estuvieron ahí, sin embargo, no saberse solas, como cuando se presentan referentes femeninos a las niñas para potenciar la visibilidad».

A corto plazo, está participando en una feria visual de arte contemporáneo en Monterrey hasta finales de enero de 2021, de la que espera se logre una exposición física. Otra de las exposiciones que espera se concreten durante este año es en la galería taller Maldonado de Ecuador en octubre, ahí planea exponer la serie de apuntes sobre los hidrocarburos, el paisaje de la infraestructura petrolera. 

Cuando le pregunto a Susana los temas que componen su obra y me cuenta su forma de trabajo, sus referencias y cómo es que ha trazado su camino —aún muy joven—, concluye que «hay personas que escriben. Yo dibujo y hago ensayos así. Cuando ves obra de algún artista, a mí me gusta que me inviten a reflexionar sobre un tema y es lo que siempre trato de hacer. Ahora doy clases de dibujo, que es precisamente lo que me gusta enseñar», refiere, pues cada uno de los proyectos que había hecho anteriormente los había postulado al FONCA y a otras convocatorias similares, sin embargo, durante 2020 no lo hizo. El papel y el lápiz ha sido su principal soporte, sin esperar a que alguien lo valide, por eso concluye: «Nunca me he considerado pintora, siempre me he considerado dibujante. Estoy trabajando porque yo quiero. No me representa ninguna galería; mi cuerpo de obra lo hago porque eso es lo que necesito hacer».


Ana Karina Vázquez
akarina.vb@gmail.com
Periodista de la generación del fin del mundo. Hija de la crisis y de la incertidumbre. Tengo muchas pasiones.

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